No me acuerdo bien qué era lo que me preguntaba la otra vez. Ah, sí, eso: ¿cómo será la muerte natural de los pájaros? ¿Mueren de viejos o es que en la medida en que envejecen se vuelven más vulnerables, menos hábiles, más comestibles…? Bueno, eso, en definitiva: si mueren más pájaros de un paro o porque se los comió otro animal o los piso un auto. Y si estas dos últimas resultaran más frecuentes que la primera, ¿entonces esa es la muerte natural de los pájaros? Creo que algún personaje de Fogwill decía que la muerte natural del hombre es la guerra. Nunca entendí por qué, ni siquiera sé si lo intenté, quizás debería… No me acuerdo bien qué estaba pensando. Creo que me faltan motivos para continuar con el blog, y esto debería ser suficiente para dejar de escribir. En contraparte, o no sé… Algo: no tengo tantos motivos para terminar con el blog. El único motivo para terminar con el blog es no tener motivos para seguir. Eso es suficiente. Me encanta suponer hasta el extremo. Suponer hasta la locura. Me molesta la inconsciencia: suponer que no suponemos. Y sí, puede que ya sea un poco tarde y que entonces estemos más cerca de los leones que de los infartos. Pero eso no deja de volver angustiante el sol y el viento, y la ventana. Sobre todo la ventana. No deja de angustiar el sonido de la ventana que supone: supone que estamos ahí, que porque lo vemos lo palpamos y lo tenemos, cuando no. Como el tacto, como nuestras manos, que nunca tocan lo que están tocando. Como si pudieran… Como si ya…
Supongo que lo que más debería intrigarme es el conocimiento: plata no voy a tener, al fútbol no voy a jugar. Sea como sea, tampoco sería demasiado hábil para ejercerlo: sí, no es raro que me conforme con los gestos. Debe ser la primera vez en mi vida que no tengo ganas de escuchar a los Beatles. No sé si alguna vez me había pasado. Sí me ha sucedido saltear canciones por culpa de lo que no habíamos aprendido. Pero no tener ganas de escuchar… Estar escuchando Revolver y tener ganas de sacarlo, no, nunca me había pasado. Vuelvo al problema de los gestos: no sé si vale más el gesto de sacarlo o si debería tener el gesto de dejarlo igualmente -ustedes analizarán, si les resulta pertinente, el valor de este último. Como les iba diciendo: no sé bien qué es lo que me gustaría saber. En realidad, un poco sé, pero lo mismo: no soy tan respetuoso en la práctica de la voluntad. Creo que Paul McCartney y Jeff Lynne son los dos músicos que elegiría si me sisifearan a estar sentado en una isla infinita. Puede que sea al revés: que yo ya esté condenado y que entonces me eligieron a Paul y a Jeff para ver los números de las camisetas. Ya no sé bien cómo quiero escribir. Tengo ganas de aprender cosas, pero no sé bien cuáles. Qué anticuado es pensar que el objetivo es conseguir un souvenir y que si te rompés el alma, seguramente lo obtengas. Dejaré el correspondiente análisis a quien correspondería que corresponda. Lo que quiero decir: cómo puede ser: cómo será. Pienso que todavía está Gonza durmiendo en la cama. Quizás haya algo de él ahí todavía. No estoy tan ebrio como para tener 14 mensajes a la 01:14 de la madrugada. No sé por qué resulta tan extraño el asunto: alguna noche podría presentarse la oportunidad de cumplir una fantasía, y también podría ser que esa noche no nos entusiasme cumplirla. Lo malo es estar posponiendo identidades, o suponiendo… No sé por qué no estamos tratando de establecer la órbita del universo. Todo tiene una órbita. Todo está orbitando. Este universo también. Este universo gira alrededor de algo. Y ese algo no sé qué será, pero apuesto a que tampoco está quieto.
Entiendo que hoy debería escribir. En realidad: más debería ponerme a… lo de siempre, ya está. Parece que al blog hay que sacarle el “y el Pipi” y dejarle el “Gonza”. Es cierto que últimamente se estuvo ocupando él más que nada. También es cierto que no nos estuvimos ocupando mucho. Si al menos escribiéramos, todo sería más fácil. En realidad no, porque no me aburre escribir, me aburre todo lo otro: me aburre leer. Paren que pongo música… Me pregunto si todavía pensarán que el que escribe es Gonza… Estaba hinchando las bolas un poco: volvió el Pipi, chiques. No tengo nada nuevo: en el desierto podés recordar tu nombre porque… no sé bien cómo traducirla, no importa. Me gustaría escribir cómo pienso que va a ser la vida o el mundo dentro de diez años, y después volver a hacer lo mismo dentro de otros diez años. Necesitaría terminar de perder la dignidad por completo. Ya no sé qué hacer con todo esto. El mundo sigue vacío de sospechas y es todo tan caótico. Por más que haya millones de formas de vida en el universo, no deja de ser una coincidencia muy extrema que estemos acá. Siempre en relación con los criterios que maneja la humanidad en esta instancia evolutiva, claro. Lo que quiero decir es que el caos quizás sea un orden que todavía no somos capaces de comprender. Debo estar falto de práctica… o de ideas. Pero hoy no me está saliendo escribir. Es decir, nunca me salió escribir. Sólo que hoy no me está resultando llenar la carilla con la que suelo darme por satisfecho. Al menos una frase, si pudiera pensar en algo, entonces podría ser que… como siempre termino acá, en un caballo sin nombre, aunque mi alma esté, nuevamente, en un cenicero.
Lo que me gusta de esas noches en las que la presencia del olvido al menos merodea mi cuerpo son los mensajes que a veces quedan flotando en el grupo de Whatsapp que tengo conmigo mismo. Ahí decía, entre otras cosas, “yo nunca decido cuándo empiezo a olvidarme”. Ya me olvidé por qué la anoté, tampoco me acuerdo si fue algo que pensé yo o alguien más. De cualquier manera, lo peor es no poder acordarme por qué. No los motivos por los cuáles alguien más o yo podríamos haber proferido dicha secuencia, sino las conexiones puntuales que podrían haber operado en aquella instancia para decidir que todavía no iba a empezar a olvidarme. Aunque al final, sí. Al final, quien haya dicho la frase (si es que alguien lo hizo) tenía razón, porque, en definitiva, me olvidé. Y ahora no distingo bien si el problema es el olvido o la memoria. Si es por haber anotado ese mensaje, es decir, si es la escritura en tanto posibilidad de memoria la que pretende establecer valores donde sólo hay significantes o si, en realidad, es la impertinencia del olvido que vuelve significante al significado. En otras palabras, ¿qué carajos estaría pasando en ese momento? Y en otras palabras más, ¿qué carajos importa? Hoy voy a poner la foto primero y la frase después. Y creo que mañana también. Pero no sé, no estoy del todo seguro. Un día dije que me importaba solamente la literatura. En realidad creo que es lo único que no me importa.
Pipi me insiste con que vaya al homeópata, dice que si me medicaran con lo que me hace ser así, de seguro podría curarme. No me imagino inyectándome con dosis de sueño, hartazgo y grasas trans para dejar de estar gordo y cansado. Entonces ya no sé: dormir y salir a correr me está haciendo mal, creo. Igual tengo ganas de dormir un rato más. No importa, ¿o sí? Jeff Lynne está en muchos más lugares de los que creemos. No sólo por aquellos en los que está (o es), sino, principalmente, por todos los espacios y tiempos que es capaz de traer al presente de la canción, cuya interpelación no refiere únicamente a un tiempo anterior. No sé, bueno… No importa. Supongo que Pipi tiene razón. Tengo que dejar de dormir y escuchar los discos de McCartney, ir al homeópata a que me recete un gotero de sueño e ira, y ver si al final me puedo curar. Capaz si dejara de llenar el freezer con empanadas solucionaría una buena parte de mis problemas, pero no me pueden hacer eso. Creo que voy a ir al homeópata: si lo que me enferma es el freezer lleno de empanadas, entonces seguramente me va a recetar que llene el freezer con empanadas. Supongo que en algún momento me cansaré, ¿no? Qué ganas de ser vegano y abstemio como Pipi. Sí, hay dos personas en este blog: una que hace las cosas bien y otra que no. Pipi tiene un tatuaje de Jim Morrison y otro de Jesus. Yo no. Yo todo que no. Yo tengo sueño y no puedo encontrar esta fucking canción de Paul. Mi problema en este momento es si seré capaz de reconocer la canción cuando la encuentre. Es decir, bueno… por un lado, si no soy capaz de reconocerla, podría ser que en realidad no la encontré, pero a lo que me refería es al hecho de si volveré a sentir algo parecido. No porque vaya a sentir que no valió la pena buscarla, sino porque derribaría el encantamiento anterior, eso que me llevó a querer escucharla de nuevo, y a encontrar que no, que en realidad no quería escucharla de nuevo y que esa vez no había sido tan esa vez como yo creía.
A veces me cuesta distinguir entre el deseo de escribir y la escritura. En realidad, la frontera está bien marcada: el deseo de escribir son todas las veces que supuse algo, pero no del todo. Y la escritura es eso: una suposición: lo que falta. O no, no sé, ni idea: pensaba preguntarme si era justo que alguien dijera que la escritura es, pero igual de injusto era preguntármelo. Por dios… No me soporto ni a mí mismo: ya sé porqué no escribo o por qué no escribo: ¿por los qués o por los porqués? No sé. Ya está. Basta. Pero es indudablemente injusto. No sé bien casi nada y mucho menos bien sé en qué lugar o en qué instancia se validan las instancias: en qué momento las cosas adquieren entidad, sea lo que sea que esto signifique. Supongamos: todo esto es una verga. Efectivamente es una verga. Y supongamos que para todos es una verga o más o menos una verga y que a nadie le importa porque es una verga: algo común y corriente, que no te genera nada ni te hizo pensar nada ni nada, todo nada. Pero supongamos ahora también que de repente esta misma verga adquiere cierto grado de consenso: como si dijéramos que, no sé, 500 personas están de acuerdo en que esto al final no era una verga y que estaba bueno. ¿Ese consenso valida la instancia? Es decir, ¿antes era una verga y ahora ya no? ¿Es un grupo de personas en un lugar y en un determinado momento el que lo valida? ¿Y entonces por qué no nos dedicamos a validar instancias? Me vuelve a aburrir, eso, lo de que nos pongamos de acuerdo y qué sé yo, y Charly García y no sé. Ya no sé. No sé si algún día empezaremos a escribir. Porque a veces pensamos en escribir sobre canciones o sobre cosas mucho más concretas -jaja, como si…-, pero después no. Tampoco sé por qué o porqué eso sería más parecido a escribir que esto. Es decir: -dos puntos, sí, dos puntos, todo el tiempo dos puntos, porque el lenguaje nunca oculta su fascismo- no sé por qué eso tendría un mayor grado de consenso que esto: por qué eso sería más escritura que esto. Ya sé que esto no, ni siquiera lo intenta, aunque lo sea y deje de serlo en el mismo momento en que se nombra: pero porque sabe que no es, no importa si se nombra porque ya está, y como ya está, simula ser cuando, de cualquier manera, no. Además, ¿y si esto fuera lo que escribí a partir de una canción? Porque es eso, entonces está validado, porque esto habla de…: o no, la verdad es que no. Quizás debería haber dicho algo de que empezó el año, que retomamos el blog y que todo eso, pero no sé, ya está… ¿A qué hora quiero llegar? A ningún lado, supongo que por ahora seguiré en el año pasado.
Me encuentro en una instancia en la que decido no escribir las pocas veces en las que creería tener motivos, pero sí lo hago cuando no, como ahora. Como si alguna vez los hubiera tenido, como si la voz seductora de la soledad no me hiciera morder el anzuelo no del pasado, sino de la angustia y de la misma sentencia de muerte y su orgullo, la cena final: una aceituna. Hemos llegado hasta acá como pudimos, suponiendo la bandera del deseo, que no es deseo, sino el resultado de aceptar las cookies de cuanta poronga nos dijeron, nos mostraron, nos pusieron. Sea como sea, estamos acá, suponiendo ser, pero estando, y eso nos devuelve algo, una sospecha o un rumor, y nos hace deudores de una voz que se propaga sin arder. Lo que sea, o bueno… lo que esté. Bueno, esto ya fue un montón: todo era para decir que me tiene cansado la poesía que se dedica a describir estados de ánimo. Como esto que estoy haciendo, que no es poesía, pero que se dedica a suponer en lugar de crear: está, no es. Asumo la imposibilidad de la poesía en prosa, por supuesto, porque no soy capaz de hacer. Sea como sea, acá hemos intentado estar este tiempo, e hicimos lo poco que pudimos con el encierro y las miserias que con tiempo y empeño fuimos consiguiendo. ¿Trataremos de hacer de este espacio uno más habitable? Supongo que este año nos ha vuelto duros retractores de los verbos. Agradezco a @FetiCHEZ por esperar que el anterior no fuera nuestro último texto por mucho tiempo, algo que ni nosotros mismos hubiésemos sido capaces de asumir: la escritura. Por otra parte, Pochi solía preguntarse si las mariposas monarca conservarían la memoria. Quizás… Aunque el problema es la incapacidad de conservar el olvido.
Supongo que es hora de empezar a hacer una panorámica del año: ver qué onda, cómo estuvo, si pasó algo o no, tratar de asignarles categorías que oscilen entre el mal y el bien a las decisiones y resoluciones, etcétera. Pero la verdad es que a esta altura del año nadie quiere escribir. Mucho menos leer. Tuve algunas ideas para mejorar el blog, pero indudablemente me he conformado con haberlo abierto y escrito con cierta regularidad. Quizás algún día haga algo con todo lo que no hice o termine de hacer lo que no tenía planeado. Como todos estos textos. Supongo, también, que en algún momento debería desearles unas felices fiestas y todo eso, pero la verdad es que tampoco me parece tan importante. Aunque quizás a ustedes sí. Desconozco si debiera importarme más lo que me importa a mí o lo que podría importarles a ustedes. Tampoco sé bien qué será darle importancia a todo esto. Todos los días se me ocurre un texto que no escribo, y siempre que escribo, escribo lo mismo de todas las otras veces. No sé qué hacer. No sé si escribir sobre canciones, series o películas. Supongo -de nuevo- que tengo que dejar de pensar si hacer una u otra cosa y empezar a hacer las que quiera y cuando quiera, si es que en algún momento logro descifrar al menos la sensación del deseo. Pero son todas suposiciones, y capaz termine escribiendo las mismas cosas con los mismos diseños y en las mismas plataformas, y seguiré sin escribir y todos seguirán sin leerme: la misma enfermedad y las mismas canciones. Supongo que ya debo estar empezando a cansarme. Cada vez me resultan más reales todas esas películas apocalípticas en las que termina salvándose un selecto grupo de personas. Y capaz la fe en la humanidad al final era eso: esperar que un par de pibes fabriquen la nave mientras los demás vemos cómo hacer para sentirnos menos solos o menos tristes. Sea como sea, espero que este no sea el último texto del año. Si va a ser el último, que sea el último para siempre, pero el último del año, no. Ojalá un día tenga ideas. Estos días, como mucho, consigo estar.
Supongo que si hoy, en lugar de sentarme a escribir, hubiera elegido publicar algún texto viejo, perderíamos todas las excusas respecto a la falta de tiempo que mi viaje y los exámenes de Pipi nos han implicado para sostener el ritmo que tratamos de imprimirle al blog. Por otra parte, publicar algo que quedó dando vueltas por ahí conserva la dignidad del deseo: algo que escribí porque quise y no para sacar al blog de su abandono. Ustedes me dirán qué prefieren: la espontaneidad del que no aprendió a reírse o un olvido tan sólo en tanto amague de corporeidad. Bueno… eso fue pura gilada: lo que me pregunto es si les importará más que sea algo más emparentado con mi estado de ánimo actual o si en realidad preferirían que sea algo que escribí porque tenía ganas y no como esto. Tampoco el hecho de que esto lo esté escribiendo ahora implica que tendrá más que ver con mi estado actual que con el de esa otra cosa que escribí una vez y que dejé por ahí porque seguramente ese día ya había publicado algo o porque no era una buena hora para estar subiendo cosas. Supongo que les importaría que algo de todo esto se conecte de alguna manera con alguna sustancia o algún objeto, algo que alguien podría ser capaz de reconocer, una especie de decencia textual. Quizás debería empezar a conectar esto con algo de todo lo que está pasando. Por hoy lo importante era volver. O capaz no… Capaz hubiera sido mejor volver con algo para decir, pero ¿cuándo tuvimos algo para decir? Bueno, hoy listo, después volvemos, después escribimos, pero por lo pronto, acá estamos de vuelta. Después trataremos de hacer de este un lugar un poco más divertido, pero hoy no, hoy ya está.
No es que sea un fanático enfermo de Maradona. Así y todo, tampoco es la primera vez que intento hacerlo motivo de mi falta de palabras. La verdad es que no siento que vaya a ser capaz de… Si aunque sea lo odiara, pero no. Tampoco lo amo, aunque me parezca el futbolista más increíble de todos los tiempos. Quizás debería aprender a valorar mi relación con Maradona por eso, por la cantidad de contradicciones en que me veo sumido cada vez que pienso en su figura. Porque ni lo amo, ni lo odio, y a veces una o la otra alternadamente, pero también es imposible que me resulte indiferente o me dé igual. Principalmente me molesta esa incapacidad de captar la imbricación de los discursos: la ciencia y el arte, el arte y el deporte, la psicología y la literatura, etcétera. Sí, seguramente el gol a Inglaterra sea mucho más relevante -bueno, no sé- en términos deportivos e incluso sociales, pero si valoramos el hecho artístico de pegar bananas con cinta scotch -ni idea, nunca analicé esta propuesta-, ¿cómo es que no somos capaces de valorar la intervención de una persona que analiza, descarta y pone en práctica un aluvión de ideas en cuestión de segundos y las ejecuta en un trazado estético tan preciso, efectivo y prodigioso como el de algunas de las más grandes obras de arte de la historia? Ahora que lo pienso, quizás eso debería agradecerle: esa vez (la número seis millones) que vi el gol a Inglaterra y pude, por un segundo, justificar la relación del arte con el deporte. Ya no decir “es una obra de arte” como un halago, como si ser una obra de arte implicara algo superior -aunque lo sea-, sino como la corroboración del hecho artístico en el deporte. Ahora se me ocurren algunas cosas. En primer lugar, sí, claro, los goles del Indio Bazán Vera -o de cualquier otro, no importa- también son obras de arte, más vulgares, menos refinadas o inteligentes, pero obras al fin. De la misma manera que estas páginas no son páginas de Borges, ni siquiera de Bazán Vera, sólo páginas de papi-fútbol con amigos, perdurables hasta la Coca pospartido. Por otra parte, ¿el patinaje artístico es más arte o más deporte? Es artístico, pero participa en competencias deportivas. Además, te puedo asegurar que esos artistas hacen más abdominales que muchos deportistas -en realidad no te lo puedo asegurar-, pero vemos el arte y el abdominal por separado, y no. El arte y el deporte comparten la técnica, la práctica, las ideas, la experiencia y todo un infinito de cuestiones socioculturales que sería incapaz de nombrar. No es lo mismo hacerle el gol al Getafe por Copa del Rey que hacérselo a Inglaterra en cuartos de final del Mundial de 1986, así como no hubiera significado lo mismo que Charly publique “Canción de Alicia en el país” en en 1980 que en el 2000. Sea como sea, considero que muchos compusieron más Monas Lisas que Maradona. Sólo que Diego pintó la más importante.
*Aclaración para quienes no nos sigan en instagram (@gonzayelpipi), las aduanas de palabras son textos escritos a partir de palabras que nos mandaron distintes lectores, amigos/as, etcétera.
No vayan a creerse que estoy haciendo esto porque tengo ganas. Ni siquiera fui el que eligió las palabras de lo que viene a continuación. Como un caleidoscopio, cuya belleza es fruto de una imposibilidad: no podemos elegir cómo ver ni qué, simplemente giramos y dejamos que nos sorprenda con… paren! Me ilusioné con que estos pibes estuvieran haciendo un cover de “Mercedes Benz” (Joplin), y no. Una de las tantas penas: olvídense de eso de la belleza. Estoy a nada de caer en la de ¿cómo hago para conectar esto con esto? Y de esa manera tratar de zafarme de dos palabras que no tengo la menor idea de cómo conectar. Es lo mismo, no me sirve porque me quedarían otras diez o las que sean. Una posdata al principio del texto: nadie eligió la palabra “esto”, solamente estoy suponiendo la utilización de alguna de las que me mandaron. Es decir, “esto” ahí no significa por su significado real (pfff… significado real… qué manera de hablar boludeces: eso ni siquiera existe, menos en “esto”, que sólo puede significar algo si alguien está parado adelante tuyo agarrándose la pija y preguntándote “¿esto no es tuyo?”), sino por las negritas. Esto no significa nada, esto, esto de ahora, acá: como si me dedicara a pulular entre las sospechas que jamás se hacen carne, ni siquiera crepúsculo. Iba a decir sombras, pero no, la sombra será oscuridad, pero al menos es, peor es ser la claridad del sol, no la luz, la claridad, lo mismo: una sospecha de la sombra.
En este punto toca dar un salto, y hacer como si empezara un texto distinto, me sigue quedando relacionar esto con esto (revisar parte anterior). Realmente estoy pensando cómo darle sentido a cada una de las palabras que tocaron esta vez: no nombrarlas por su imposibilidad inherente, sino como una posibilidad no significada. Hacer de cada palabra un pituto que, aunque no sepamos qué es ni su nombre, sabemos la función que tiene y que si vamos a la ferretería podemos pedir el pituto que va en tal lugar, y, como dije, aunque no sepamos ni el cómo ni el qué, al menos se encuentre materializado uno de todos los porqués: para sostener el cosito donde va el papel higiénico. Supongo que por eso también a los hombres deberán gustarle más las tangas que los culos: no les interesa ya la desnudez y la inmediatez del significado, sino aquella presencia que es recuerdo de todo lo que no pudimos tener. Si el culo es el pasado, la tanga tiene la ventaja de ser la nostalgia. Y el pasado sólo es importante en tanto resulte imperante ser caciques (¿cuenta si la cambio a plural? Ustedes dirán…) de un tiempo y un espacio que no nos pertenece y nos impone sus obligaciones. En realidad nada de esto tiene sentido, y ustedes lo sabían. Ni lo intenten. Si pudiera, volvería a Puerto Madryn ya no en el intento de ser cacique de un lugar y un momento en el que el dolor y la pena eran cuentos de este presente que ya no habito, sino para usarme de catapulta y ser yo el que rompa el foco y no el foco el que rompa mi cabeza. Un antes donde las bikinis eran la promesa del deseo y no la necesidad de autorefugio, donde el camisón era la remera que estaba usando cuando llegamos, y no importaba la alfombra del baño, ni que el inodoro perdiera agua por abajo. Un momento y un espacio donde la inconsciencia nos hacía caciques extranjeros de los dolores que con empeño nos dedicábamos a construir.
Lo malo (o lo bueno) de extrañar es que es una especie de sentimiento retroactivo: realiza su concordancia en tiempo y espacio luego de acontecido. Y no, no quiero que se confunda con la gilada de ini ni sibi li qii tiini histi qii li piirdi mimimimimi. Lo que quiero decir es que de un momento a otro uno extraña o cree extrañar, pero sólo en una nueva concreción de la ausencia es que esto se hace perceptible. Suponía que todo este tiempo había extrañado a mis amigos, de hecho así lo sentía y se los hacía saber. La realidad es que sólo después de haberlos reencontrado fue que empecé a extrañar: pude entender la pérdida. Antes seguramente fueran ganas de o compromiso social, es decir, ¿cómo no vas a extrañar a tus amigos después de ocho meses? Quieras o no, tenés que extrañarlos, y si no, no son tus amigos. Bueno, no, no sé, puedo no extrañarlos y está todo bien, qué sé yo… Pero la cosa es que sí, que yo pensaba que los extrañaba y que quería verlos. Pero la cosa es que, bueno… no. Pude comprender cuánto los extrañaba cuando volví a verlos. O sea, sólo en ese momento fui capaz de comprender la necesidad. No es que uno no se dé cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. La realidad es que sólo se da cuenta de lo que tuvo cuando lo recupera (así sea brevemente). No había extrañado tanto a mis amigos sino hasta ayer, que los volví a ver. Y no fui capaz de comprenderlo sino hasta cuando recuperé la soledad de mi auto en el camino a mi casa. Es la reposición de la ausencia el factor que permite comprender el dolor o la soledad. Antes no extrañaba: anhelaba, deseaba, suponía, creía. Ahora sí, bueno, ahora ya no, pero ahora sí, ahora pude recordar la falta, y he podido concebir el dolor que significaba aquel deseo.
Escribir, sí, ya sé, hace como una semana que debería escribir, pero no tengo ganas. Bah, no tengo ideas. Lo de siempre: antes tampoco las tenía, pero al menos pensaba que sí, y con eso era suficiente. Ahora no, ni eso, y sin eso no se puede escribir. Lo de siempre 2.0: capaz debería hacer copy-paste de alguna no-idea de otro día y hacer como si hoy hubiera escrito. Como si hoy estuviera escribiendo… Uh, ahí encontré un texto, pero está tan dark que no me animo a subirlo. Capaz otro día. ¿Les contó Gonza que quiero hacer otra Aduana de Palabras? Serán muy bienvenidos todos sus aportes. Para quienes no sepan de qué va, la cosa es que ustedes me pasan las palabras que se les ocurran y yo las incluyo todas en un mismo texto. Acá, mis lectores de WordPress también pueden hacer sus aportes en los comentarios, si lo desean. Los demás, a través de Instagram o cómo les dé la gana. Estaré muy agradecido con su ayuda. Bueno, listo, ya dejé el chivo. Creo que el blog va a entrar un poco en modo supervivencia porque se viene un período complicado del año, pero ya veremos qué nos inventamos… Mientras tanto, acá estamos: sigo escuchando a Calamaro, comiendo mal y teniendo sueño. ¿Me estaré transformando en uno de esos escritores posmo con gusto a canción pop perecedera? ¡Ay, el Daniel! Pero ¿¡a quién te comiste, canción pop perecedera!? Ojalá fuera como uno de esos escritores, aunque sea me leerían, o al menos no estaría llorando mi falta de inteligencia. Ya me estoy transformando en Gonza, me tiene cansado ese pibe. Perdón, había ido a sonarme la nariz. Son las 13:20 del 13/11/2020. Quizás sea un buen momento para dejar de hacer como que o pensar que bueno, que después, que puede ser, que tengo que ver, y definitivamente asumir que sí, que ya está, que bueno, que después lo ves y listo, total tampoco es tan importante y ni siquiera es que va a cambiarle algo a alguien o que alguien vaya a darse cuenta que al final sí o que no. Para ponerme cursi: hoy leí que un grupo de científicos logró transportar una partícula de luz. Sí, eso, posta, búsquenlo. O sea, la luz como una entidad física: movieron un pedacito de luz en un frasco. Si me sacan algunas partículas lumínicas de la ventana de mi casa, entonces ¿qué? ¿Empezaría a ver algunos puntos negros en el cielo o en los edificios a causa de esas porciones de luz que ya no están? ¿O cómo es? ¿Y si trasladan toda la luz de mi ventana, entonces podemos ponerla en la casa de alguien más? O no, mejor, capaz puedo trasladar la luz de mi ventana al baño o al ascensor. No es gran cosa un pedazo de cielo y unos edificios para un departamento, pero para un baño o un ascensor, eso sí que estaría bien, ¿no? Voy a averiguar cómo se hace. Después les cuento.
Foto: NASA, ESA, M.J. Jee Y H. Ford (Universidad Johns Hopkins)
Le dije a Pipi que era un ladri y que tenía que volver a hacer lo de la aduana de palabras. Que encima este era el posteo #60 y que si lo hacía ahora, iba a quedar como que lo hacía cada diez. Dijo que lo iba a hacer, pero que no se iba a comprometer a hacerlo cada diez, porque ya sabemos que eso termina mal y porque no quiere perjudicar su libertad de hacerlo cada dos o cada cien, si así quisiera. Por mi parte, escribo porque es domingo y porque, en lugar de no hacer nada mientras espero para almorzar, prefiero no hacer nada de verdad. Disculpen, me colgué mirando unas noticias que creo que le gustarían a Pipi. Estoy hablando mucho de él últimamente. Me parece que me afectó que tenga mejor rating y ahora quiero usarlo en mis textos para levantar el mío. Aunque sea lo hago conscientemente, ¿no? Bueno, y también se los cuento a ustedes. No sé para qué les digo… Es como contarle a la gente que hay como trescientos millones de planetas habitables en la galaxia. Y bueeeeno… entonces salgamos a tirar pilas al mar. Si total… Al final no era tan único este planeta… Supongo que cuando Colón llegó a América, habrá llevado mucho tiempo que las personas empiecen a entender que había otro continente y todas sus implicancias. Como con todo, ¿no? Aceptar que la Tierra es esférica (si lo es…), que no es el centro del sistema solar, y bla bla bla. La cosa es que no entiendo por qué nadie usa el argumento de la infinitud del espacio para empezar a darle de baja a esta pelotudez de los países. ¡Pero mirá, loco! ¿Qué hacemos? ¿Llegamos a un nuevo planeta, buscamos dónde están China, Rusia y Kasajistán: vos de acá para allá, yo de acá para allá? Es una estupidez. Lo que yo digo es que si el universo es así de infinito e interminable, suponer que en esta insignificancia que habitamos la mejor salida es trazar líneas imaginarias y dividir la especie en valores o características que nosotros mismos inventamos no tiene el más mínimo sentido. Supongo que en algún momento la evolución social y política deberá acompañar la evolución tecnológica, y comprenderemos que somos una única especie. Y no tengo nada contra las naciones y las nacionalidades, ¿eh? Aunque no sepa bien qué son ni cómo se definen, está claro que seguramente nacer en uno u otro lugar te hará más afín al mate o al te, y está todo bien, hacé lo que te pinte. Qué sé yo… no tengo idea si los leones dicen “bueno, vos cazás de acá para allá y yo me quedó acá”. No sé… Eso me suena más al tranza del barrio. Sea como sea, también es cierto que dividir el planeta en porciones y dejar que evolucionen algunos conflictos raciales, étnicos, religiosos o territoriales (que, insisto, son invenciones propias, o sea: nos estamos mordiendo la cola) hace mucho más fácil que cincuenta o cien espabilados se pongan de acuerdo, y la cosa se mueva un poco más para allá o para acá mientras se hacen tirar la piola en un yate de dieciocho cuadras. Ni idea, me está costando hacerle entender al mundo por qué es una estupidez esto de los países, pero al menos lo digo para que vayan reflexionando. Sólo digo que si el espacio es tan infinito, ¿cuál sería el sentido de subdividir el que habitamos? Las únicas líneas que veo son las que nosotros mismos inventamos. Eso por un lado. Por otro, la especie es una: el hambre del mundo es responsabilidad del mundo y no únicamente de un punto específico.
No sé por qué nunca escribimos sobre la cuarentena, capaz deberíamos haber aprovechado la explosión del mercado al respecto y subirnos a ese tren. La verdad es que yo nunca fui bueno para hacer negocios: ahorro en pesos y vendo guitarras para comprar microondas. Antes pan, ahora clonazepam. ¿Vieron que clonazepam va con m al final? Cuando era chico pensaba que farmacia era fermacia. Y me resultaba raro que fuera far-ma-cia, tantas a… ¿Hasan falta? Igual, para hacer justicia, creo que lo que decimos se parece más a fermacia –qué hinchabolas el Word que no me deja poner lo que quiero- que a “farmacia”. Como mosca se parece más a mojca. Como el pibe de hoy… qué raro el pibe de hoy. No le pude aguantar la mirada. Él sí, me hizo pelota, capaz porque me había sacado el barbijo. Se le notaban en los ojos las dificultades para hablar, y aún así pude comprender que me odiaba. Por eso iba con los puños apretados, fue como si me enfrentaran a la mayor expresión silenciosa del deseo de gritar o, aunque sea, respirar profundo. Me odiaba a mí y también odiaba que el chico de la bici ya no lo soporte o incluso lo odie, o quizás no, pero se notaba que estaba cansado de soportarlo aunque hacerlo le diera cierto sentido a su vida. Admito que algún día me gustaría aprender a escribir para contarles lo difícil que fue esa situación. A veces, incluso, me bastaría con entender o creer haber entendido lo suficiente como para conformarme. No sé por qué ni cómo pudo odiarme tanto: las manos apretadas, el alarido mental y los ojos furiosos. No sé cómo se resistió a golpearme. Ojalá lo hubiera hecho, quizás ahora entendería un poco más por qué de repente empecé a escuchar a Calamaro. La verdad es que nunca me gustó demasiado. Sentía que debía que gustarme y, efectivamente, había algunas canciones que me gustaban -esas que no pueden no gustarte. Pero lo cierto es que si me preguntaban, hubiera dicho que no, que no me gustaba. O que estaba todo bien -porque obvio que está todo bien, pero no. Y de repente siento la necesidad de escucharlo. No sé por qué hablo de necesidad. Ya que intenté ser lo suficientemente justo cuando les dije que no me gustaba -tanto-, ahora corresponde ser igual de justo y decir que me gusta. Aunque no sé si me gusta. Capaz solamente tengo pegada “Clonazepán y circo”. Acabo de fijarme: la canción se llama “clonazepán y circo” y no “clonazepam y circo”. Me había equivocado. No hablaba del clona. El chico de hoy tenía razón en odiarme, pero a mí me angustió que no pueda gritar.
*El astronauta Michael Collins es la única persona viva o muerta que no aparece en el encuadre de esta foto.
Gonza me boludea, me dice que porque la gente me quiere más a mí, ahora me relajé y ya no le doy tanta bola al blog. Yo le digo que lo de él es peor, porque él escribe solamente para que lo quieran, no porque de verdad tenga ganas. Él dice que eso es mentira. Y puede ser. Pero un poquito le molesta, y a mí me divierte molestarlo. De cualquier manera, también me contó algunas ideas de cosas que podríamos hacer o empezar a usar. Puede ser. No le di mucha bola, la verdad. A mí me importan más que nada los textos. Bueno, pero igual sí, capaz inventemos alguna cosita nueva. No sé, después veremos… Bueno, “nueva”. No se ilusionen: algo que ya vieron en todos lados, igual de boludo y aburrido que todo lo demás, pero hecho por nosotros. O algo así, no sé… A veces me causan gracia las canciones de amor o de… no sé… de la soledad o de la muerte. O qué sé yo… De cualquier cosa. ¿Sos joda? ¿De verdad alguien se cree capaz de escribir sobre el amor? Ay, perdón, estoy hablando igual que Gonza, pero es la verdad. A lo sumo podés escribir sobre UN amor -ponele, ni siquiera, pero aunque sea empezá por tener cierta humildad, hermane. “El amor es…” ¡FA! No sabía que existían los guardianes absolutos de las configuraciones universales más infinitas y efímeras de la humanidad. “El amor” no, a lo sumo “un amor”, “tu amor”, que es, no sé… ¿te dan las manos para abrazar el sol? Qué sé yo… ¿Entonces como vas a decir “el amor es…”? Es una falta de respeto. Nadie acá debería. Pero lo mismo con lo otro: la soledad, la muerte… Perdón, es que hoy estoy un poco fastidioso. Me molesta que alguien se anime a decir “la soledad es…”. El universo es la soledad y vos suponés que porque estuviste solo un par de años podés decir “la soledad es…”. Es una falta de respeto el verbo ser. Porque inventamos una palabra que conecta dos argumentos, conceptos o cualquier cosa suponemos que estos pueden ser equivalentes o que podemos alcanzar alguna conclusión. Y entonces, de repente, “el amor es…”. ¿El amor es qué? ¿Ese instante de cinco años que fueron ganas de coger y miedo a la soledad que se fueron esfumando y cedieron por el olor a pucho y el malhumor matutino? No me jodas… No tenemos ni puta idea de donde empieza ni termina esto y vos pensás que podés responder algo. Qué falta de dimensión… Siempre comparé la evolución humana con lo lejos que habíamos llegado en el universo, y el universo es infinito -o algo así-, y nosotros apenas pisamos la Luna y mandamos algunas sondas un poco más allá. Y el amor y la soledad y loquesea es lo mismo, abarcan la historia del universo, y vos solamente tuviste ganas de coger y miedo a estar solo por cinco años. Eso no es el amor, es alguna forma que vos creíste o te hicieron creer que era. Y no, bueno… así estamos… “Cada cual tiene un trip en el bocho”.
Me encantaría, pero no creo que finalmente consiga enloquecer. Supongo que primero detectarán el asma, después la diabetes, y así lentamente me iré transformando en ese señor que va con el diario abajo del brazo hasta el supermercado, mirando a los demás y pensando que son unos mediocres, que porque yo pienso esto o me intereso por determinadas ideas soy menos pelotudo que ellos que son unos pelotudos. Pero no, la verdad es que no. Lamentablemente no creo que termine enloqueciendo. Lamentablemente seguro sea el asma, la diabetes y todos los calmantes subsiguientes, pero no la locura. La señora de hoy ya había pasado por ahí el otro día. No sé si tenía el perro, pero ahora que la vi con el perro me gusta pensar que la otra vez también lo llevaba. No sólo era la misma vereda, sino también a la misma altura. ¿Cuáles serán las posibilidades? Es decir, cruzarme a la misma señora en silla de ruedas a la misma altura de una vereda por la que ni siquiera paso tan seguido. Igual, ahora que lo pienso… ella debe vivir ahí cerca, debe hacer ese recorrido porque le queda cómodo. Seguramente si empiezo a pasar todos los días entre las cinco y las seis de la tarde por esa cuadra, estará la señora en silla de ruedas juntando la caca del caniche. Capaz lo haga, así quizás me termine haciendo amigo de la señora y podamos llevar a pasear juntos a su perro. En una de esas la puedo ayudar a que haga otro recorrido… O quizás esa es la vereda que le gusta y chau, ¿para qué voy a meterme, si la señora parece feliz? Además, ¿qué culpa tiene ella de que yo no sea capaz de enloquecer? Creo que ya me duele la panza y me estoy cansando: hace mucho que no como ni duermo sin culpas. Peor: ni siquiera me quedo despierto sin culpas. Supongo que debería comprar el diario. Además tendría que pasar por el súper. Si me quedo acá, me vuelvo loco.
De ninguna manera voy a negar que estuve un rato husmeando las carpetitas de olvidos que hay en mi computadora. Lo bueno es que nadie nos extraña. Bah, en realidad nadie me extraña a mí, al Pipi capaz sí, lo cual sería lógico, está claro. Creo que voy a hacer eso, voy a buscar un texto de otro día, engancharlo con esto y hacer como si nada, como si hoy hubiera escrito, como si alguna vez hubiera escrito… No entiendo cómo no nos damos cuenta. En lugar de intentar construir la realidad que nos habita, nos dedicamos a describir la tristeza con frases posmo sobre la lluvia o la soledad. No por capacidad, sino, aunque sea, por conservar cierta dignidad, algo, no sé… Pero no, nadie se muere. Estamos acá, que la boludecita esa, que la otra giladita, y todo nada. El grano de pimienta. Alguien se tiene que morir. Todo el tiempo son los sueños que recordamos y los que nos convienen, nunca los otros, los que no, que son los que importan, los que la muerte… ¿Se imaginan un masterchef de literatura? Esto es un poco eso, ¿no? O sea, no esto en sí, sino algo más general. Nosécuántos boludes que no-escriben sabores y yo acá, con un gusto a nada… Aunque sea no tengo ganas de escribir, eso me da cierta impunidad, puedo escribir mal porque total lo estoy haciendo sin ganas y porque a nadie le importa. La verdad es que me tiene harto la literatura. No sé por qué a veces digo que me gustaría escribir, es decir, vivir de la escritura. ¿Te imaginás? Si aunque sea el grano de pimienta, bueno… pero estar repitiendo -¿repitiendo? ¡Ni siquiera! ¡Ojalá! Balbuceando, gangoseando, no sé, algo de eso…- imitaciones acartonadas de la realidad para boludes que esperan una belleza conocida porque creen que pueden entenderla. Peor: de repente estos plastiquitos incapaces se transforman en la realidad de algunos pajeros. Entonces leer esto es como el paco del conocimiento, no, bueno, ojalá, dicen que el paco es rre adictivo, esto no lo lee nadie. O no, bueno, mejor, mejor que nadie lo lea, porque es como el paco. No porque no vayan a poder dejar de leerlo, eso está claro, ya lo dije, basta, no me pregunten más. Quiero decir que está hecho con las sobras de toda una sarta de boludos que no fueron capaces ni de… no tiene sentido, ya está, ya fue. Traten de no hacerles caso. Si lo entienden, es una pelotudez y es mentira, no les sirve. Como esto. Esto lo entienden, no les sirve, es una pelotudez, busquen en otro lado. Ni siquiera fui capaz de enojarme.
Obvio que estoy haciendo esto totalmente en contra de mi voluntad. Decido escribir sólo para evitar y procrastinar las otras cosas que sí debería hacer y que tienen algún tipo de importancia, como completar un trámite administrativo de la facultad o mandar un par de mails. Descubrí una canción de Gustavo Pena que se llama “Mandolín”, seguramente me van a cargar porque debería haberla conocido mucho antes. O no… La realidad es que la había conocido toda mi vida, sólo que nunca la había escuchado. Jajaja, no, no hablo de la pelotudez de “ay, siento como si te hubiera conocido toda mi vida”. Nunca te voy a conocer y nunca voy a conocer la canción. Bueno, sí, la canción capaz sí, si tuviera las herramientas necesarias podría conocer algunos aspectos de ella, tampoco es que estoy hablando de “Eleanor Rigby”. O sí, no sé, ni idea, si no tengo las herramientas para decir que finalmente he conocido “Mandolín”, evidentemente tampoco las tengo para justificar por qué sería más complejo conocer “Eleanor Rigby” que aquella. Más allá de todas estas idioteces quiero decir que sí, que es una melodía que escucharon toda su vida, como si fuera “lero lero, lero lero”, pero otra, una que si tarareo acá, no van a identificar -la lára láaala, lára lára láaala-, pero que si escuchan sí. Estoy hace un montón intentando reconocer qué canción canto desde que nací con esa melodía, igual ya está, ya fue, ni que fuera importante, quizás no era ninguna, quizás esa melodía existía sólo como tarareo. Qué sé yo… ¿hay algo en el discurso que sea más que un tarareo? No creo. Me parece que todos estamos buscando esa melodía capaz de aferrarse a la sustancial universal de la vida sin importar el tiempo, el espacio o la forma del artefacto correspondiente.
Si nadie está esperando que escribas… Qué secador de cerebros es Estudio Fútbol, mamita… Hoy está difícil tener ideas. Bueno, sí, hoy… ¿Debería escribir algo sobre mi vieja? Imposible, no me da. No por mi vieja, claro. Dicen que cuando Gombrowicz se iba de Buenos Aires gritó desde el barco que matemos a Borges, que sería algo así como matar a la madre pero matando al padre. Esto de los felices días capaz habría que repensarlo un poco. A veces el recuerdo se parece más al olvido: como cuando hacés un museo en un campo de concentración. La chateza del discurso no entiende nada de la profundidad de la carne ni del olor de la muerte. Sobre todo la de mi discurso, claro. Excepto que pueda matar a mi viejo o a mi vieja. O no sé… Tendría que revisar algunas simbologías. De cualquier manera no sé si soy más gay o más lesbiana, así que quizás debería revisar eso antes de matar a alguno de los dos, suponiendo que esa sea la única manera de escribir, como indicara el querido Witold. No sé ni para qué me gasto: escribir, no voy a lograr escribir jamás, y esto ya me está aburriendo. Gonza dijo que habría que dejar de escribir o suspender la literatura por veinte años. No sé si es una genialidad o una estupidez. Debería pedirle que me explique, pero igual sí… Si suspendemos la literatura, suspendemos todo lo demás, y entonces dos cosas: uno, ustedes no están listos para tener esta discusión -o sí, ni idea, pero sólo imaginar la cantidad de boludeces que tendría que decir me fastidia, y eso terminaría dándole la razón a Gonza; dos, por fin podríamos vivir en paz. O vivir. Eso de vivir en paz… Mamita… Qué de boludeces hemos fijado en nuestros cerebros. Mucho Estudio Fútbol. Confieso que a veces me da miedo escribir. No sé cómo hacer para que Fogwill piense que escribo bien. Igual, bueno, Fogwill ya se murió, ahora faltaría matar a Borges, que de nada me va a servir porque tengo miedo: me la paso pensando qué pensarán de lo que sea que piensen que estoy pensando.
S: Afuera podría haber cinco millones de civilizaciones o eso a la enésima potencia o ninguna.
G: Y bueno… por eso. Me importa saber si tienen un extraterrestre en el Área 51.
S: Sí, claro, bueno, a mí también, obvio. Pero pará. Lo que te quería decir es que por más que haya otras especies afuera, que por ahora no sabemos de ninguna, y aunque la vida sea un conjunto de infinitas casualidades o variables imposibles de manejar o concebir, nos toca estar acá ahora y tenemos que intentar hacer algo con eso.
G: Bueeeh… sí, obvio, también. ¿Pero cómo juzgás el significado de la vida? Supongamos que entre todos nos ponemos de acuerdo, entre todo el mundo, los miles de millones de personas, y decidimos que el motivo por el cual estamos acá es para quedarnos, cuidar el planeta y vivir en él hasta que explote el Sol. ¿Ese va a ser el significado de la vida o sólo el que decidimos darle?
S: ¡No sé! No se puede saber eso de una, estamos en una fase muy temprana, pero pensá en el resto de las ciencias, muchos de los comienzos están dados por la cancelación del resto de las opciones. Es decir, no es que empezamos sabiendo que había todos estos planetas, estrellas, sistema, etcétera. Fuimos descartando muchas teorías que dábamos por ciertas o posibles. Creo que el humano todavía no empezó a preguntarse para qué está acá…
G: No, bueno, ahí me parece que estás diciendo una boludez. Si no hubiera empezado, no existiría ninguna ciencia, ningún estudio, investigación, nada. No existiría ni el lenguaje.
S: No, sí, perdón, es verdad, no es eso lo que quise decir. O sea, lo contrario: que el humano no empezó a preguntarse para qué NO está acá. Siento que a veces hacemos lo que hacemos más por un impulso inconsciente o porque nos dijeron que así debería ser que por una meta en particular, y me parece que el mundo entero debería empezar a ponerse esa pregunta en la cabeza.
G: ¿Qué pregunta?
S: ¿Qué chota estamos haciendo acá, boluda? Chocaron y explotaron no sé cuántas cosas, se dieron qué sé yo cuántos infinitos de factores y después de cuatro mil millones de años estamos nosotros dos como unos pelotudos acá.
G: Y bueno sí… ¿Y para vos cuál es?
S: Uffff… Me estás matando, me preguntás esto acá, ahora, qué sé yo… No sé, para mí hay algunas cosas que tenemos que empezar a descartar. Somos cosas demasiado ínfimas en el universo, tenemos un lugar demasiado chiquito y la capacidad de comprender demasiado.
G: ¿Comprender demasiado? ¿Estás seguro? Mirá que en algunos lugares sigue habiendo guerras y se muere gente de hambre.
S: Es que… ¡justamente por eso! Los animales y las plantas saben todo sobre la vida, pero no son capaces de comprenderla. Nosotros, si no tuviéramos la gracia -o el castigo- de la consciencia y las herramientas del lenguaje, sabríamos todo también, seríamos carne.
G: No entiendo a qué querés ir…
S: Voy a la fácil: ¿el animal sabe que en un momento, chau, caput, la quedás? ¿Qué haría el animal si supiera que se va a morir? Bueno, no sé… Es muy difícil… Supongo que desarrollaría o intentaría desarrollar mucho más a pleno las capacidades que tienen para sobrevivir. Pero eso no importa. Pensemos en el humano. Somos capaces de entender que se pueden hacer guerras y matar, que hay más planetas, que antes que nosotros hubo dinosaurios, que se pueden inventar formas complejas de comunicación, que… no sé… de todo… El animalito sabe que hay pasto, que tiene que comer determinadas cosas, la luz, el sol, los instintos, el oído, etcétera y chau. Y no lo niego, tienen una capacidad de entendimiento hacia adentro que nosotros jamás podríamos tener, porque nos atraviesa el lenguaje. Ellos van directo. Su capacidad de conocimiento se expande al interior, la nuestra al exterior.
G: Sí, no sé, entiendo a lo que vas y estoy de acuerdo. Pero no sé… Es verdad que somos una cosa chiquitísima mal con una capacidad de entendimiento zarpada y nos seguimos cagando a tiros entre nosotros y destruyendo el planeta. Seguimos probando misiles, ¿entendés? Estamos preparándonos para destruirnos unos a otros.
S: Posta que sí. Eso es lo que digo: dale, loco, ¿en qué mierda estamos pensando? O sea, no es por ponerme hippie, amor y paz. Nada que ver. Las guerras existen y hay que preguntarse por qué, ni hablar. Hablo de una circunstancia muy posterior: cuando nos demos cuenta de que es una gilada esto de idolatrar y defender las naciones y todo eso.
G: Si, bueno, volvemos a lo de antes, a lo de las ciencias, a los por qué, a los cómo, a los cuándo.
S: Sí, no sé, ya nos fuimos a la goma.
G: Jajajaja, sí, pero estuvo bueno.
S: Habría que inventar el Congreso Universal sobre la Pregunta Final, Unica e Inobjetable.
G: Jajajajaja, posta, boludo. Inventémoslo. Hagamos un Instagram.
Otra vez me aburre casi todo: siento que jamás voy a ser capaz de tener una idea y, además, todo lo que leo o escucho me aburre. El Football Manager es mucho más divertido que los poemas de la piba esta que ganó el premio Nobel, que ni siquiera leí, por supuesto. Ahora todos están intentando vender cosas por Instagram o hacer un podcast para hacerse famosos. Y también me aburren. Mi trabajo sobre el cuento policial es aburridísimo, las clases de inglés también y las cosas que escriben estos sabelotodo que creen haber pensado algo nuevo también. La vida es sorprendentemente maravillosa, efímera, frágil y casual. La existencia de la vida, mejor dicho. Ni hablar de la vida humana. Pero la vida… Es todo el tiempo lo mismo. Un día había que poner la carita en fotolog, después en Facebook, ahora en Instagram, y qué importa lo que ponga en esta parte, total ya lo dijeron todos un millón de veces y ahí estamos todos escribiendo boludecitas en un blog para noséquién e intentando elegir la frase que más likes creemos que va a juntar. Porque claro, muchas veces no elijo la frase que me gustaría, sino la que considero que más les gustaría a ustedes, y ahí estoy, metido en esta bola de cosas que no me interesan y me parecen aburridas e idiotas, pero no dejo de formar parte. No sé qué tendría que hacer. Bah, sí sé que tendría que hacer: mandar un mail o dos, terminar de escribir un trabajo, empezar a escribir otro y preparar dos exámenes. Mañana mando el mail y la idea es terminar el trabajo para el domingo. El lunes empiezo con el otro trabajo y empiezo a activar uno de los exámenes. Debería importarme, ¿no? ¿Y debería importarles a ustedes? ¿Empiezo a subir historias de Instagram con todo eso? Qué embole… Este texto es una verga. Lo voy a subir igual porque ya está. Voy a empezar a escribir sobre canciones. O no. Mentira. No lo voy a hacer. ¿Alguna vez habré dejado de hacerlo? No sé, pero podría empezar. Debería empezar por algo. Por abrir el Football Manager capaz. Si total… Lo único importante es conseguir guita y ser lindo, pero no lo voy a hacer.
Pipi dice que me puse celoso porque ahora con toda la jodita esa de escribir con las palabras que le mandan y quéséyoquémás lo quieren más a él que a mí. Puede que tenga un poco de razón, pero nunca se lo voy a admitir. Una piba que alguna vez leí decía que la aparición de determinadas teorías había sido importante para las teorías -digamos- opuestas, porque había obligado a estas últimas a realizar mayores esfuerzos para la profundización de sus ideas. Bueno, no sé por qué se me vino eso a la cabeza, pero que lo quieran más al Pipi hizo que tenga ganas de darle un poco más de bola al blog. Ya sé que este papel de víctima no va a servir para mejorar mi reputación, pero voy a hacer como si no me importara. Pensaba que envidiar al Pipi me iba a alcanzar no para escribir, pero sí para completar al menos unas decentes dieciocho o veinte líneas. Suponiendo que el texto prosiguiera en esta tónica nihilista y yo fuera capaz de más o menos alcanzar dicha cantidad, ¿entonces eso le daría una dignidad que no tendría si decidiera cortarlo acá? Si dijéramos que sí, sería como pensar que es un poco mejor -aceptando la estupidez de medir estas cosas cualitativamente- sólo a causa de su extensión -segunda estupidez. Pero si dijéramos que no, entonces yo podría cortarlo acá, aunque estuviéramos juzgando lo que ni siquiera llegué a escribir -como si alguna vez hubiera llegado a escribir algo. Sea como sea, aunque ustedes lo quieran más al Pipi, espero que no perdamos de vista que incluso el día que dejemos de hacernos preguntas, nos seguirán faltando soluciones.
Gonza
PD: No lo iba a decir, pero ahora tengo ganas de arruinar un poquito su reputación porque el boludo se confundió: era melanina y en el texto uso melamina. Una es la del color de la piel, la otra es con la que se hacen los muebles y esas cosas. ¿Vieron? Espero que lo comprometan a escribir un texto compensatorio en los que trate las diferencias entre la melamina y la melanina. Yo creo que se lo merece. Mentira, Pipi, TKM.
*Aclaración para quienes no nos sigan en instagram (@gonzayelpipi), este texto fue escrito a partir de palabras que nos mandaron distintos lectores, amigos/as, etcétera. La intención es transformar esto en una nueva sección. Acá lo que terminó pasando esta primera vez:
Ustedes ya saben que es normal que empiece todos estos textos sin escribir: haciendo como qué o haciendo que hago como que hago. Las primeras dos líneas delatan lo que ya todos sabían, así que no cuentan. No es que el objetivo sea adquirir alguna especie de lealtad a una forma de escribir: ya sabemos que las palabras son traiciones inherentes por naturaleza. ¿Qué tiene que ver la secuencia de letras a-l-g-o con la palabra algo, sea lo que esto sea? (NdR: dado que alguien eligió la palabra algo, ¿debería marcarla cada vez que la use? Supongo que no, ¿no? Son muchas teclas…) Nunca había usado el recurso entre paréntesis, es muy periodístico, no sé si me interesa, pero ahí está. NdR significa “Nota del redactor”, es como un aviso de la traición.
Esperaba que esto fuera un poquito más fácil de hacer: gasté dos palabras en un párrafo y restan otras trece. A este ritmo tendría que escribir otros seis como ese, en el mejor de los casos. No sé si sería mejor elegir una, ver qué pasa y encontrar un momento para meter la siguiente, o si es mejor ir escribiendo y tratar de ir enganchándolas cuando surja la ocasión. Sea como sea, nunca les voy a contar lo que hice. El riff de Piruvari debe ser uno de los primeros que aprendí en mi vida, mal tocado, por supuesto, pero sabía por dónde iba: era como si empezaras en sol y fueras bajando hasta re, y después una secuencia parecida e ibas hasta do. No importa. Nunca supe qué significaba el nombre de la canción, y eso tampoco era importante hasta ahora: cuando escribís “qué significa piruvari” en Google, la primera entrada habla del sentido de la vida y qué sé yo qué carajo más. Qué al pedo tantos filósofos… Agarrá un destornillador, ponete a hacer algo, hermano. No me dejaste una puta solución, todas preguntas, todos problemas que otros siguieron problematizando, y si ya no teníamos suficientes quilombos con el lenguaje y las naves espaciales, ahora resulta que también tenemos que saber qué verga -acá hice trampa, había puesto catso antes- hacemos acá y para qué estamos. Qué sé yo… Depende… Las capitales huelen a oficina, falopas y pornografía clase B. Belu me dice que tengo que encontrar un equilibrio. ¿Qué es eso? Algunas veces el equilibrio puede ser poner una bomba en una comisaría. Si unos cobanis se llevan a tu pibe para siempre, ¿el equilibrio cuál es? ¿Cómo equilibramos? O no… Bueno… Tampoco quiero venir acá a hacerme el guacho pistola porque, como correspondiente burgués que ha leído a Foucault, claro que elijo doblar en la cuadra que está la garita que no debería existir.
¡Quedan seis! A la chica que eligió “banana”, le pido disculpas, lo único que se me ocurrió para poder nombrarla fue comer una entre el final del anterior párrafo y el principio de este. Aunque no haya nada divertido que decir -como con el resto de las palabras-, fue la única que estuve cerca de nombrar. Una menos y faltan cinco para las cinco. Me gustaría encontrar un hilo: espero en algún momento de mi vida dedicarme a ver qué onda el sentido de la vida o de alguna vida, la mía o la de alguien más. Lamento usufructuar los mejores años de todo esto en aguacates de moda y muebles de melamina, pensando que debería bajar de peso y tener un mejor sueldo, en lugar de salir a revolear la verga por la ventanilla de un avión, sea que esto signifique leer el Menón tres veces por día o conciliar la teoría de la gravedad con la mecánica cuántica. Supongo que el forúnculo que me sale seguido en la panza no son los años de escabio, sino el hecho de no haber sido capaz de dejar estupefacta a una sola de todas las palabras que intenté nombrar. Admito mi fracaso, espero que la próxima vez, es decir, la próxima vida, me vaya un poco mejor. Y lo barroco ya está… ¿más todavía? Esto es la biblia y el calefón, loco.
El Pipi dice que va a escribir un texto incluyendo todas palabras que ustedes elijan. Ni idea. Yo no sé ni lo que dijo, ¿qué le puedo decir? Pero ayúdenlo, no sean males. Supuestamente en estos días va a poner una historia para que respondan y bla bla bla. No sé. Que se arregle. Bueno, yendo a lo importante. O no. No es importante, ni siquiera sé de qué va esto. Me estoy dando cuenta que hubiera sido más sano publicar un texto viejo que tuviera ahí ya más o menos armadito y no estar improvisando sobre la marcha. Al final veré qué hago. Ah, también quería contarles que ayer me colgué. Me puse a jugar a los jueguitos y me olvidé de escribir y publicar. Pido disculpas, aunque no haga falta. Ahora sí, pasemos al texto de hoy.
Debe ser divertido imaginar un chico que lleve siempre un paquete de pañuelitos en el bolsillo, tanto que hasta los demás se han habituado a su costumbre y confían en él para tal eventual necesidad, olvidando todo el proceso que nombra el producto: no como la propaganda de las cucharitas de plástico, pero sí como esa canción de Mike Viola, aunque más probablemente lo contrario o las dos cosas al mismo tiempo. ¿Realmente alguien sería capaz de negar que “Her Majesty” es la primera canción de los Beatles? Un puente de Einstein-Rosen en el que el paquete de pañuelitos no es más bollito húmedo, ni seco, ni en un 98, ni las gentes, ni las fábricas, ni las aguas
De la nariz que caen como lava
Transparente
Que hace cosquillas y rompe el fastidio del pibe que quiere dejar de sonarse la nariz en el 98 en castellano, en el 2015, ¿será por la falta del árbol que le cuesta respirar? El circuito se retroalimenta: “Her Majesty” es la primera canción de los Beatles y es la imposibilidad de respirar la que vende los pañuelitos que te permiten respirar pero que son la causa de tu imposibilidad. ¿Podrían las auras depender de los ojos?
Es una estupidez encontrar algo perteneciente al mundo o a la vida en este paquete de carilinas descartables. ¿Habrá carilinas no descartables? ¿Alguien sabe si hay una definición para carilina? Un árbol brindó el cuerpo, el cual ha sido triturado, molido y muchos participios más. En su usufructúo, diversas especies cuya vida dependía de aquel han sido desplazadas y disminuidas, también muchas personas. Nadie habla de la cantidad de agua que habrá sido utilizada en la creación de un paquete de carilinas: o no acapara demasiada agua dulce o usa demasiada y es mejor que no se diga. De los ríos contaminados en algún momento se habló, después pasó de moda. ¿Qué recursos de la tecnología serán utilizados para fabricar el papel del que están compuestos estos pañuelitos? ¿Cuándo habrá empezado el humano a usar el papel de esta manera? ¿Habrán aparecido mucho después estos otros productos? ¿Cuántas vidas habrá en juego en el negocio de los paquetitos de carilinas? Porque, además, alguien puso la torta -y se la lleva-, a otro le toca poner a laburar las máquinas, esos les deben repartir los pañuelos a unos, que se los dan a otros y esos a otros y andá a saber cuántas veces más. Transportes, nafta, calles y caucho: sindicatos, guerras, leyes y poder. ¿Dónde viene la información nutricional de las carilinas? Porque hay un chico en el 98 que no para de sonarse la nariz. Le sale agua, mucha agua, se seca. ¿O saldrá el agua de los pañuelitos? Una y otra vez, usa varias veces el mismo, que cuando ya es casi una bolita, pasa al bolsillo izquierdo porque tomará uno nuevo del derecho, donde tiene el paquete. Gasta pañuelo tras pañuelo, saca otro paquete, lo vuelve a gastar, el colectivo, el colectivo… La era de la producción en serie ha repercutido directamente sobre el aura de los objetos: existen sólo en tanto símbolo de lo efímero y se resignifican sólo a partir de los individuos. ¿Entonces está
Todo en vos?
¿No es todo voz?
Gonza
PD: Sí, ya fue, agarré un texto de otro día. Perdón.
Entonces persiste algún sentido estético en relación con la técnica. A casi todos nos encantan Zidane y Federer, y nos ponemos de acuerdo más o menos fácilmente en la belleza expresiva de sus habilidades. No sólo eso, aunque Nadal gane cinco Grand Slam más que Federer o Cristiano Ronaldo supere en títulos a Messi, pocos sostendrán que los primeros eran mejores jugadores que los segundos -algunos sí, claro, pero dejalos… Sólo me pregunto de dónde provendrá ese valor estético que percibimos en los movimientos de algunos deportistas. En definitiva, la apreciación de esa belleza tiene algún tipo de peso en el juicio que hagamos. Es decir, no pensamos solamente si el atleta ganó más o menos, sino cómo lo hizo y lo hacía. Aun así, al mismo tiempo, es necesario reconocer que existe un límite: por muy lindo que sea tu estilo mariposa, Phelps ganó novecientas cuarenta y ocho medallas, así que empezá a meterle un poquito de ritmo, hermano. Sería bueno tratar de descifrar dónde está ese corte: cuándo empezamos a decir “todo muy lindo, pero me estoy cagando de hambre”. Además, otra cosa: si un jugador decide competir de determinada manera porque es más bello, aunque no sea siempre lo más efectivo, ¿es la propia decisión parte de su estética? Es decir, ¿forma parte de la belleza el hecho de decir “todo muy lindo, aunque me esté muriendo de hambre”?
Hay como tres cuestiones distintas, ¿no? Por un lado, la apreciación de la estética en la técnica o del arte en el deporte; por otro, el límite que imponemos entre la valorización de la belleza y los resultados; y, por último, el significado que tiene la elección de una estética propia. Más allá de todas estas cuestiones que me encantaría, pero no soy capaz de abordar, debería ser mucho más manifiesta la imbricación de los discursos. Porque al fin de cuentas, ¿los Beatles serían más valorados si hubieran creado sólo una “A day in the life” o diez “Act naturally” (sin menospreciar este temón)? Está siempre la cuestión del límite. Supongo que, de acuerdo a determinadas circunstancias, unos elegirían una u otra. No sé si en esa frontera estará lo más o lo menos humano de lo que somos. Es decir, si hay una necesidad atávica y entonces dejá de tirar la jabalina con onda y afilá la puntería porque necesitamos comer; o si, por contraparte, el mercado nos ha convencido de que solamente importa si somos o no capaces de cazar el jabalí. Hay mucho más, habría que pensar en Hendrix o en Valderrama, pero ya está por hoy.
No creo que podamos abandonar un ritual, sólo somos incapaces de percibir la transformación. No se rompen: mutan o devienen. El tiempo que antes invertía trepándome a árboles para agarrar moras ahora lo invierto en un trabajo que no me entusiasma, pero hace que me traigan esas moras a casa… y bañadas en chocolate. No trepo, ahora tomo el subte; el nuevo asiento -si lo consigo- es más cómodo, pero sintético; y las hojas que antes eran de infinitos colores ahora son blancas. Me acuerdo que una vez en el jardín me fue bien en un ejercicio que implicaba identificar algo con el abecedario. Creo que la cosa era que iban a ir diciendo las letras del abecedario, y nosotres habríamos de nombrar alguna palabra que comience con aquella. ¿Hacen eso los nenes de jardín? Capaz es eso… o algo parecido. En el mismo sentido que nuestros recuerdos quizás sean los recuerdos de los recuerdos, nuestros rituales actuales son rituales de nuestros rituales anteriores. No estoy tan seguro de que lo que estoy haciendo ahora no sea una actualización de ese jueguito que creo recordar. La vida está plagada de mini loops. Todos estamos orbitando alrededor de distintas bayas o pociones. Nos curan de la soledad los smartphones y los aviones; del insomnio, las bebidas y la televisión; del dolor… No importa. En tanto entendamos nuestros rituales menos humanos como escondites, seguiremos respondiendo sólo con suposiciones. Recuerdo sólo una vez que mis abuelos me llevaron a ver los aviones. Sin embargo, en algún punto, eso se ritualizó. No hablo del viaje, hablo de la sensación: verlo, oírlo, percibir su corpulencia. Aquel goce se hizo carne y, en consecuencia, he disfrutado mucho cada vez que he podido acercarme a uno. Si le hiciéramos más rituales a la memoria, seguramente habría mucha más gente en cana, así que no me jodan con que no puedo hacer un ritual de un recuerdo con aviones. Antes pensaba que me iba a morir en la caída de un avión, no sé por qué. Recuerdo ver una en la televisión y pensar que así iba a ser mi muerte. Ahora no lo pienso más. Mientras lo pensaba, ¿estaría haciendo un ritual del olvido? ¿Si siguiera con ese ritual, ahora tendría miedo a volar? Desconozco hace cuánto le prendo velas al santo de las preguntas pelotudas. ¿Pasarle canciones a Agus no es lo mismo que llevar los cassettes de Aerosmith de mi hermano al jardín? Lamento mucho que, sin darnos cuenta, hayamos caído en los rituales al celu y al boludeo. No hablo de todos, hablo de vos y de mí. Generamos energía en su nombre, pero aún somos incapaces de conectar el consciente con la dimensión temporal. Nada que sea ritual será susceptible de ser abandonado, así como nada nos ha impedido hacer rituales del olvido hasta en nombre de la memoria.
Aclaración: lo único divertido de este texto es el título, aunque seguramente no sepan ni por qué. De cualquier manera, habiendo dado aviso, me desligo de las responsabilidades subsiguientes.
Cómo me cagó la vida Fogwill. Ayer tenía ganas de escribir: me dolía la cabeza del fastidio. Una carta a Link, un par de boludeces más, y lo único que hice durante todo el día fue darme rosca sobre una cosa que podría decir o sobre alguna otra progenitura (que ni idea qué significa). Después me puse a cocinar milanesas o algo de eso y chau. No escribí nada. Total, tenía que escribir hoy, así que ¿para qué iba a sentarme a escribir ayer? Hoy no me quedó otra. Revolví doscientos archivos de Google intentando recuperar alguna de las ideas, pero la vieja de al lado grita con una voz insoportable y, no sólo no me las voy a acordar, sino que ya tampoco tengo demasiadas ganas de escribir. Fogwill me cagó la vida. Qué divertido sería… A veces me divierto imaginándolo leer cosas del mamerto ese de las noséqué posmodernas, jajaja. Qué injusto que es. ¿Por qué me saca las ganas de escribir a mí, que lo valoro, y no a ese otro hijo de puta que se la pasa escribiendo forradas?
Recién se me había ocurrido algo, pero ya me olvidé de nuevo. No soporto a casi nadie y es culpa de Fogwill. Porque si al menos pudiera escribir… O si pudiera argumentar más o menos razonablemente por qué me parece un pelotudo, bueno… Al menos mi consciencia estaría tranquila y podría ser el mismo boludo feliz de siempre. Pero ni siquiera eso… O provocarlo: decirle que se murió porque era un cagón. Pero eso ya es demasiado, y además lo mismo: estoy llenando renglones de nada. Estoy seguro de que él estaría muy feliz de leerme hacer eso. Me encantaría acordarme una de las ideas, la última, la de hace cinco minutos. Pero no, ni siquiera. Iba a poner como que fue un aluvión y chau, pero no… Una lloviznita, una progenitura (ejem, ejem) bien pedorra que sería lo mismo que esto, pero con distintas palabras. Me divierte pensar que alguien piense que porque no, en realidad sí. Como si efectivamente hubiera algo. Pero no, la realidad es que no. Sí, efectivamente me encantaría estar haciendo como que no, pero sí. Porque así, aunque sea Fogwill se enojaría, pensaría que soy un pelotudo. Pero esto es peor porque no de verdad, y él ni siquiera me va a leer. Lo cual me deja tranquilo, ahora que lo pienso. Pero, pero, pero, pero… me molesta si me lee uno de los otros, y no sé si pensará que no o que sí. No sé ni qué pienso yo que pensaría el otro según lo que considero que debería pensar respecto a lo que yo creería estar pensando en este momento. Ni siquiera sé si debería importarme. Habría que suspender la literatura por veinte años. La gente ya está muy pelotuda.
Cuando curiosamente el personaje del loco se emparenta con el de alguien demasiado consciente, ¿es sólo el emparejamiento que me autoinvoco para tener una excusa? ¿O realmente los locos a los que suelo asistir (o suele asistir la sociedad) son los excesivamente conscientes? Me encantaría contarles toda una serie de sutilezas que acontecieron este día desde que me levanté, pero eso haría todo demasiado obvio. La realidad es esa: cuando le sos demasiado sincero a un texto, te pasa por arriba, no te perdona. Es como que siempre le estás dando más de lo que puede darte, y además te boludea. No vengo durmiendo bien y el pelotudo de Bielsa viene a jugarse el ascenso justo ahora. El Loco después del partido dijo que haber ganado evitaba que haya dos tristezas a la vez. ¿Entendés eso? Como si las tristezas se pudieran nombrar (y además numerar…) Si la queda tu abuelo y te peleás con tu jermu, estás tristísimo, está pasando un momento de mierda, pero nunca tenés dos tristezas al mismo tiempo. Y lo que tenés son dos tristezas al mismo tiempo. Y si tenés dos, podrías tener infinitas. ¿Hay algo menos triste en la vida que levantarse todo gordo y peludo, verse al espejo feo y con los dientes amarillos, ponerse el yoguin con olor a japi de hace tres semanas y desayunar unos sorrentinos con bolognesa? ¿Quién está más loco? ¿John Lennon o Boris Johnson? Mirá, yo no creo ni en el tarot ni en Wikipedia, pero ahí definen al Loco como símbolo de la naturaleza cuántica de la realidad. Cuántico refiere al estudio de objetos a escala muy muy muy pequeña, es decir, hasta subatómicas o cosas así. Juzga un poema de Borges a Buenos Aires tan eterna como el agua y el aire, desconfía de que ésta haya comenzado. Hay que estar demasiado loco o ser demasiado boludo para decir que Borges era un loco. Y, sin embargo, ¿esa referencia no da cuenta de la naturaleza cuántica de la realidad? Ah, no, pero pará, qué boludo… La cosa debe ser que el loco simboliza eso, pero eso no significa que algún no-loco no pueda igualmente hacerlo, ¿o la loca es Buenos Aires? ¿O el agua, o el viento? E igualmente, ¿lo simboliza? Qué sé yo… Da igual, ¿no? Volviendo a la pregunta del principio, dado que la realidad (Buenos Aires, la tristeza, el partido del Leeds) opera a instancias subatómicas, sin dudas hay que tener un nivel de consciencia demasiado obstinado para conseguir al menos desentrañar una partícula. Jaja, pero la realidad no opera a escalas cuánticas… ¿No? ¿Y no estamos todos hechos de átomos? ¿No está todo hecho de átomos? Sí, te aviso que sí. Somos bocha de átomos todos juntos. ¿Cuántos átomos habrá en un partido de fútbol? ¿Y en Buenos Aires? ¿Y en la tristeza? La tristeza no es como un pozo, es como un círculo, como todo lo que en realidad tiene que ver con la vida: el deseo, la carne y lo divino. Lo de la tristeza como un pozo del que no podés salir es una cristalización pelotuda. La tristeza es como caminar en círculos. Si sabés que estás atrapado, la tristeza se convierte en encierro y entonces sólo nos estamos debatiendo si pudiéramos o si quisiéramos salir o no. Cuando es consciente, es otra cosa, es alguna de las infinitas partículas que la conforman: ganas de matarse, de garcharse ciento catorce humanos, de ponerse en pedo o de escuchar “For no one” al recontra palo. Lo mismo podemos hacer con Buenos Aires donde hasta cada perro callejero está hecho de realidades cuánticas. Pero me chupan todos la pija. El equipo del Loco ganó con un gol a los 89’.
Mi viejo era adicto al escabio. Al principio hacía algunas changas, juntaba algo de guita. Estaba entusiasmado porque había tenido un pibe, y mostrarle al mundo que podía alimentarlo y criarlo, en su inconsciente, se sentía como una posibilidad de redención. La realidad es que eso le duró dos años y pico. Un par de meses después de que nacieran las melli, que son dos años más chicas que yo, empezaron los quilombos más grosos. Mi papá se fue quedando sin laburo porque siempre se peleaba con alguno; activaba dos o tres cartones de vino por noche; la falta de guita y morfi nos ponía cada vez más vulnerables; y entre mis viejos las peleas eran cada vez más grosas. Hubo mil veces que la amenazó con matarla a mi vieja. Para mí era algo normal eso. Yo, a mi vieja, la tengo en la gloria. De grande me cayó la ficha de cómo nos cuidaba a mí y a mis hermanas. Todo se terminó de derrumbar cuando a ella le detectaron la esclerosis múltiple esa de mierda. La enfermedad avanzó como una plaga y al par de meses ya no podía levantarse de la cama. Y mi viejo… mi viejo estaba enojado con la vida. Preferíamos que no volviera. Había veces que cuando lo escuchaba llegar, me paraba rápido y me ponía a hacer algo que le molestara, así se desquitaba conmigo y no tenía que escuchar cómo la cagaba a palos a mi vieja. Para hacer la poca justicia que puedo hacer de él, quiero decir que su historia era muy jodida también. A mi abuelo, su papá, lo mataron en un tiroteo con la policía. El nono era un chorro medio picante en su momento. Cuando lo matan, mi abuela también se viene a pique con el escabio y la tristeza, ahí mi viejo y sus hermanos pasan a custodia de una tía cuyo dorima era un hijo de puta que los cagaba a cintazos y los verdugueaba mal. Cuestión que en un momento mi viejo se va a vivir a la calle: día a día, hambre, frío y dolor. Al tiempo se engancha con la Chicha, mi vieja, se van al rancho de ella, y bueno… todo lo que ya saben. Por el lado de mi vieja, ella no había conocido a sus viejos. Supuestamente la madre falleció en el parto y el viejo, como buen hijo de puta, se había borrado. La criaron sus abuelos, que también habían fallecido.
Nosotros no podíamos hacer nada. Si nos íbamos, la dejábamos morir a mi vieja. Además, ¿qué íbamos a hacer tres pibitos de menos de diez años en la calle? Que nuestro viejo nos cague a palos todas las noches seguía implicando más chances de sobrevivir que escaparnos. Capaz que nos íbamos y nos encontraba a los dos días… Y ahí sí te quiero ver. Así que no sé… vos me preguntás ahora qué podría haber pasado para que me cambiara la vida, y no sé… la vida. Si a mi abuelo no lo hubieran matado… Si mi viejo no hubiera ido a parar a lo de su tía… Si mi vieja, esto… Si mis abuelos, lo otro… Quizás una sola de todas esas hubieran generado una reacción en cadena y yo no hubiera decidido pegarme un corchazo. Pero yo no aguantaba más, ¿sabés? Mi viejo un día llegó rre zarpado y le dio tantos golpes a mi vieja que la terminó matando. La policía lo agarró cuando se estaba escapando. Un vecino había escuchado los gritos y los ruidos e hizo la denuncia. Mis hermanas y yo estábamos en el merendero, nos enteramos por el revuelo que había en la calle cuando estábamos volviendo. No sé qué habrán hecho ellas después… Yo no soportaba más. Le pedí el fierro por unos días a Maxi, le dije que era para proteger a mis hermanas porque no sabía qué podía pasar, pero la primera noche me puse el arma en la boca y me fui. Sólo había aprendido a recibir o dar dolor.
No creo que se pueda escribir si no es como un bebé recién nacido que aún no escuchó su primera palabra o como un enfermo terminal que ya no tiene fuerzas para respirar. Da lo mismo si es una pelota de fútbol, un planeta o un vinilo de Revolver. Si alguien pudiera escribirlos, los mataría, y eso es lo que, en contraparte, los hace ser. Te lo digo medio millenial: Shakespeare compuso un ciclo de sonetos, algunos de los cuales están (o se podría interpretar) dirigidos hacia algún tipo de amor o belleza. En algún momento de la obra, ese yo menciona que sigue escribiendo porque no es capaz de nombrar lo que siente o lo que le produce esa belleza: la distancia con el objeto es, de alguna manera, el motor de la escritura. Si decir, por ejemplo, que esa belleza era como un diamante traído de Plutón -esto no lo dice él, ¿eh? No tengo citas textuales acá, e igual no son determinantes para el punto- le hubiera alcanzado al yo de esos sonetos, el tema estaría terminado. No hubiera sido necesario decir más nada porque, en definitiva, ya lo nombró: “su belleza es como un diamante traído de Plutón”. Y tampoco por ser una naturaleza muerta será menos bella -si es que esto se puede medir, claro. Entonces no poder decirlo es lo que transforma el sustantivo en verbo. No poder decirlo y hacer el desgarrador esfuerzo: la carne, tiempo y espacio transformados en signos son ahora la memoria de esa belleza, lo cual le da vida propia. El amor o la belleza de ese yo son el significado, pero el soneto falla como significante. ¿O será al revés? (Pienso: habría que tener demasiados huevos para justificar esto…). Sea como sea, a mi entender, las palabras empiezan después de sus imposibilidades.
¿La final de la Liga de Campeones no es como Saturno? Si hasta una pelota con estrellas usan… Una pelotita alrededor de la que orbitan veintidós tipos; más el resto de los miembros de los equipos o representantes del club; toda la gente que hay en la cancha; los millones que la miran por televisión; la gente que vive de eso, y qué sé yo cuántos más. Todo eso orbitando alrededor de la pelotita como signo del fútbol. ¿Y no pasa lo mismo con Revolver? Prefiero dejarlo para sus propias analogías. Estoy convencido de que sí, pero quedará para otro posteo. En definitiva, no ser capaz de ponerles un nombre es lo que los transforma en cuerpos celestes alrededor de los cuales orbitan todo tipo de conceptos, ideas, discusiones, prejuicios, propuestas, etcétera. Sí, lamento desilusionarlos, y quizás esto es lo más ecologista que dije en mi vida: los humanos no somos estrellas, somos satélites, somos lunas. Y no, no me rompan las bolas, todavía no estamos ni cerca de escribir Júpiter. El otro día, recién por primera vez, al menos notoriamente para la sociedad, apareció una nota sobre la posibilidad de vida en Venus. Ya no en Marte, en Venus. Estamos tan lejos de descifrar Saturno como de comprender la final de la Liga de Campeones o responderle un mail a Revolver.
El Pipi
PD: Si todas las giladas que escribí hasta esta parte no fueron capaces de nombrarse ni a sí mismas. Es decir, si no escribieron prácticamente nada. Mucho menos podrán ustedes encontrar un nuevo idioma en estas líneas finales agregadas sólo como medio para completar el requisito mínimo de carga diaria. Por suerte esto no lo va a leer nunca ningún jurado -oficial, ni tampoco creería que extraoficial-, pero mis compañeres de equipo capaz lo vean y se rían un toque. No descifro si dejar acá un mensaje oculto para el jurado será finalmente una buena o una mala estrategia. Pienso que bien podrían considerarlo una obviedad o un juego gastado, y, en consecuencia, descartar más o menos rápido la idea; o que quizás, por ser tan obvia les resulte divertida. Ya si une de les tres (o de los que sean) se ríe aunque sea una astillita de todas estas pelotudeces, me doy por satisfecho. En el medio de todo se me ocurrió algo más, pero ya me lo olvidé. Igual es lo mismo. Si me acuerdo, lo voy a usar para otro texto.
Una vuelta Gonza dijo que tenía algunos textos viejos que había descartado arbitrariamente. Tengo miedo de que me pase lo mismo. Hay toda una serie de textos que podría publicar, lo cual me permitiría hacerme el chanta algunas veces, solamente elegir la foto, armar la publicación de Instagram y listo, no tendría que perder tiempo en inventar nada nuevo (nada viejo, en realidad) y podría seguir mirando los partidos de la Libertadores. Pero parece que no… Retomar esos textos viejos, que no son peores que estos (o no sé, ni idea, no podría darme cuenta), me cuesta más que sentarme a escribir quince o veinte renglones de pelotudeces y ponerlas acá como una novedad. Bueno, ya está, esto lo hago todo el tiempo. Descubrieron que capaz haya alguna forma de vida en Venus y también que hay un planeta orbitando una estrella muerta, entre muchas otras cosas más. Lo que más me importa es lo del planeta. Si hay microbios en Venus, y bueno… Debe haber microbios en el fondo de un volcán también. Dejémoslos en paz. Esa obsesión por ser los paparazzi del sistema solar que habitamos… Pero orbitar estrellas muertas: esos planetas son como vos y yo. Como si el planeta se hubiera comprado un IPhone o algo así.
Ya estoy harto de este texto. Creo que lo voy a dejar y publicar uno de los otros, de los viejos. Tengo hambre y estoy muy congestionado. Quisiera ser como ese planeta. No sé cuál es ese partido que me decís, no tengo ni idea de cómo juega Maroni, no me interesa. Tengo hambre. Quiero terminar esto. Seguramente cuando la estrella de ese planeta explotó, absorbió a los planetas más cercanos y después, cuando se transformó en una enana blanca, aquel planeta, que orbitaba la estrella de lejos, siguió haciéndolo. No sé si de más cerca o más lejos, pero siguió ahí. No debo haber estornudado menos de veinte o treinta veces desde que empecé a escribir esto hace un ratito. Gol de Boca. Ya podemos olvidarnos de todo otra vez. Tengo hambre. Me voy a hervir unas papas. Pido disculpas.
El otro día aprendí un nuevo verbo en inglés: sandwiching -lo escribo así porque así estaba conjugado. Puede que de ahora en más sea mi palabra preferida, pero en castellano. Me gusta lo que pienso en esa palabra cuando la pienso en español, no en inglés. Bueno, este texto está sandwiched entre una conversación sobre macroeconomía argentina y una partida de Counter-Strike Go. No sé a dónde quiero ir, no sé si es una manera de avisar en la quinta línea que esto va a ser un desastre y que ya lo pueden ir abandonando, o si realmente confío que alguien podría rescatar algo de esta sandwicheada. Bueno, ni idea. Anoche me acosté pensando de dónde vendrá la maldad, pero la maldad pura, como si fuera el arte por el arte, pero con la maldad -aclaro: no sé nada de esto, ni del arte ni de la maldad, son sólo ideas vagas, por eso tan boludas. No me refiero al garca que no le importa estafar a un abuelito de Tafi del Valle para ganar un poco más de guita, eso capaz es avaricia o alguna otra cuestión, ¿pero es maldad? ¿La avaricia es una forma de la maldad? No sé… Me está embolando todo esto. La partidita de CS está mucho mejor. De cualquier manera, lo que quería decir: ¿qué hace que alguien mate un cachorrito de labrador clavándole alfileres en la panza, durante semanas de no alimentarlo y hacerlo cagar de frío, feliz de sentir chillar y sufrir al pobre animal? ¿Eso es maldad o qué es? ¿Es válido someter otra vida al mayor caudal de dolor posible solamente como alimento de nuestra propia existencia? ¿De dónde sale eso? Supongamos que a ese enfermito mental se lo cogieron y lo sometieron todos los tíos durante toda su infancia. ¿Entonces tiene derecho a matar perritos, gatitos y chanchitos de la manera más cruel que se le ocurra? No sé… Pero de igual manera: ¿qué es lo que hizo que alguien disfrute por solamente hacer sufrir a otra persona? Tendría que investigar un poco más sobre el tema. ¿Cuál fue el primer ser vivo que hizo sufrir a otro solamente para gozar de verlo sufrir? ¿O es que en realidad no existe la maldad como tal y hay siempre otra cosa detrás, como tener poder o alguna otra cosa por el estilo? Además, ¿cómo será la maldad en otras religiones? Porque yo no tengo otra opción que medir la maldad en relación con el canon social católico-cristiano (o lo que sea, no sé las diferencias, nunca las aprendí) del que formo parte, aunque no lo practique directamente. Capaz en otro lugar mental la maldad sea otra cosa. Quisiera que Gonza se haga vegano como yo. No sé cómo alguien puede soportar la tristeza de la cara de los animales. Lo mío igual no es por los animalitos, me chupan un huevo las vaquitas y las gallinas. Pero contamina mucho todo eso, y yo quisiera que el planeta dure lo más posible porque así tendremos más chances de inventar la nave o el aparato que nos permita vivir en otro planeta cuando explote el sol. Siento que recién cuando el sol esté por explotar nos vamos a dar cuenta que estuvimos siglos teniendo conversaciones del pasado.
Admito que ahora que algunos amigos empezaron a leer lo que escribo siento un poco más de presión: se vuelve algo más imperiosa la necesidad de tener una idea digna, algo que no sucedió en ninguno de estos textos… ni en esta vida. Excepto la vez del papá de Anahí. Esa vez puede ser. Pero después, más allá de eso, no, nada. Por suerte los amigos están un poco para eso, ¿no? Para querer y permitirles una inconsciencia más o menos coherente a los pelotudos comunes y corrientes como yo. Esta es la parte en la que debería enojarme o algo por el estilo. Qué tristeza que el primer texto que van a ver sea este divague carente de ideas. Bueno… En realidad, me han querido así toda mi vida, como eso que dije, y bueno, nada, acá estoy, en el medio de todo esto esperando que se me ocurra algo para decir. Capaz debería fumarme un porro.
No hay nada que soporte menos que cortar la música para escuchar un audio de WhatsApp. No, no es solamente pausar la música. Porque en realidad tampoco soporto escucharlos por los parlantes por los que sale la música. Se escuchan muy fuerte, y además, pará, ¿quién te creés que sos? Entonces tengo que parar la canción en la mitad, cambiar de parlantes, escuchar, volver a cambiar de parlantes, poner la canción de nuevo, y ahí ya está, ya la mutilé, le corté todo el orgasmo con un audio de mierda sobre una presentación en la Legislatura y qué sé yo qué carajos que me rrechupa un huevo el revés a dos manos de Nadal. Se ve que ésta es la hora en la que están todos al pedo y tienen ganas de mandar mensajes. Esa hora en la que ya merendaron, no hay suficiente tiempo para hacer nada, pero es temprano para pedir la pizza.
Ahora ya está, ya me hicieron calentar, me hinché las bolas. Qué sé yo qué es amar y qué es querer. Si habláramos en inglés no habría tanto quilombo, decimos i love you y listo -esto me lo estoy choreando de algo que escribió el Pipi, pero no voy a extenderme para no boicotearlo, por las dudas. En cambio, en castellano tenés que decidir, tratar de descubrir si en un momento el verbo dejó de ser uno y pasó a ser otro, ni idea… ¿cómo lo medís? ¿Es importante? Como el verbo explotar, que siempre llega tarde o temprano, pero nunca en el momento de la explosión. Ya sabés que no me importan mucho las palabras… Si alguna vez dije que cuando empezás a decir te amo, dejás de decir te quiero, estaba equivocado. No sé en qué estaba pensando entonces. Y lo que digo ahora quizás no contradiga eso otro, pero lo cierto es que si hay algo que aprendí es a desconfiar de las palabras, que no son más que metáforas gastadas que han quedado más o menos cristalizadas en el inconsciente social, pero que no dejan de ser eso… metáforas, fragmentos, una imposibilidad. Es lo mismo que te decía de Shakespeare y todo eso. Ni idea, puedo decirte que te quiero porque no significa que te estoy queriendo menos que si te digo que te amo. Ya sabés que sólo me importan los textos, aunque si hay algo en lo que jamás voy a confiar es en las palabras.
Me había ilusionado no con hacer algo, sino al menos con el espejismo de la posibilidad. Como decir: bueno, no sé si lo voy a hacer, pero saber que si quisiera, podría. Ahora ya está, la próxima deberé estar más atento o me tendrá que importar un poco menos todo. Porque sí, me hago el que no me importa nada, pero me peino antes de irme a dormir. Otra vez estoy aburrido y fastidioso. Estoy harto de la política y de la literatura. Supongo que porque debe ser lo único que me importa. La economía también me importa, pero no tengo plata para nada. A veces digo que lo que me importa es el conocimiento, pero supongo que debe ser una excusa mediocre porque plata no voy a tener nunca. Quiero una compu y un monitor y unas zapatillas. Y quiero irme. Irme hasta el fondo de algo. Saber del estar siquiera.
Hay dos cosas que tuve mucho en la cuarentena: tuve que lavar muchos platos y tuve mucho tiempo el pelo grasoso. Todo me parece común. Y no… No es que yo sea capaz de ofrecer algún tipo de excepcionalidad. Todo lo contrario. Me encantaría, pero no. Me gustaría tocar el suelo de mis entrañas, claro. Pero no me animo. No sé si puedo seguir lavando platos y engrasando mi pelo. Necesito un sábado. Como si algo antes hubiera sido distinto: como si no estuviéramos igual de solos e igual de aburridos. Como si se hubiera perdido algún significado. No es que antes la vida significara otra cosa mejor, solamente éramos menos capaces de darnos cuenta. Y ahora que no puedo distraerme, simplemente quiero vender mi guitarra y mi computadora, para comprar alguna otra cosa que no necesite pero quiera, para distraerme y dejar de recordar los martirios de la consciencia.
Me encantaría ser así de genial: heredar una impresora 3D y tener la lucidez de usarla para imprimirme otra. Seguramente me fijaría cuánto vale y la terminaría vendiendo. Pero criar impresoras 3D… eso sí que no está al alcance de mi inteligencia. Nunca ni siquiera se me había ocurrido pensar en el abismo de las impresoras 3D. Se replican al infinito: son el fin del sentido. Ojalá alguna vez se me ocurra algo divertido, como una impresora para sanguchitos de miga o un buen apodo para alguien, un apodo que le quede, y que después esa persona que vi una sola vez en mi vida se acuerde de mí por haberla nombrado por mucho tiempo, como me pasó a mí.
No estoy cansado ni tengo sueño, pero no paro de bostezar. Capaz estoy aburrido. No entiendo cómo no estamos todos muchísimo más enojados… o más felices, de última, pero algo. Seguimos como si no pasara nada, como un existencialista onírico que ayer soñó que fallecía su vieja y hoy su amigo, y que quería llorar sólo para que los demás percibieran su tristeza, que de ninguna manera se modificaba por la aparición de las lágrimas. Si en un momento del velorio llorás y en otro ya no, ¿es porque en este segundo momento estás menos triste que en el primero? No sé… Nada más sentía que los demás no eran capaces de entender mi dolor, y lloraba para eso, lloraba para que mi tristeza se pareciera más a la tristeza que uno debería demostrar en determinadas circunstancias.
Una impresora 3D, si solamente tuviera una, podría solucionar todos mis problemas. Me imprimiría otra, y con esas dos, podría imprimir dos más, y así hasta el infinito. Capaz así no tendría que estar inventándole lágrimas al dolor, podría imprimirlas y estar triste sin hacer ningún esfuerzo. Pero en serio… no sé cómo no estamos más tristes, enfermos o enojados. Ni siquiera sé por qué no estamos felices hasta la inconsciencia. Como si cada día fuera la impresión de la impresión, que sólo importa en tanto sea capaz de imprimir un día más, y así sucesivamente, hasta que la casa se nos llena de impresoras 3D y ponemos un negocio de la concha de la lora… o nos demos cuenta de que hemos ido abarrotando los días, y ya no nos alcancen las lágrimas para imprimir nada ni haya dolores que embellecer.
Otra de las cosas que es tremenda es cuando estás pensando varias ideas que decir, pero no sabés cómo empezar y, primero, no querés admitirlo y segundo no querés empezar el texto de tal forma. No estoy seguro de que estar diciéndolo sea estar haciéndolo. Me gustaría hacer un cruce con Austin, pero la verdad es que no sé bien por dónde lo encararía y también creo que me da un poco de miedo discutir con él. Bueno, sea como sea, creo que puedo poner en duda que, en este caso, decirlo sea hacerlo. También es cierto que es un recurso medio viejo y tendría que dejar de nombrarlo.
Otra cosa que no sé o no me acuerdo bien fue el nombre del pueblo en el que paramos cuando íbamos para Mendoza. Obvio que si lo busco, lo saco al toqué. Y pará, peor: tampoco estoy totalmente seguro si quedaba en San Juan o San Luis. Bueeeeeeeeeeeeeeno… Qué sé yo… Nunca me importaron tanto los nombres -no es la primera vez que lo digo- y mi escudo: si la división del mundo en países me parece una estupidez, ni te cuento en provincias, partidos políticos, equipos de fútbol o diarios -aunque pueda comprender la necesidad de categorizar, ¿eh? Igual, volviendo a lo primero, me surge una intriga: ¿inconscientemente me importarán los nombres más de lo que yo creo? No sé ni podría saberlo. El otro día me acordaba de Villa Mercedes -estaba 99,99% seguro que se llamaba así y que era en San Luis; ahora chequeado. ¿Te acordás el tequilazo? Jajaja, espectacular. El otro día encontré el video. Capaz por eso pensaba. Algo que realmente me cuesta recordar fue cuando te llevé en los hombros, jajajajaja. Pero siento que fue tremendo. Creo recordar y me río en serio.
Me arrepiento de haber escuchado a Sabina. Bueno, igual, de cualquier manera, diga lo que diga, siento que a Mercedes tendré la obligación de volver de vez en cuando. Capaz esa es la manera en la que debemos aprender a volver a los lugares: no a pararnos ahí, a ser ahí. Aunque el idioma español nos haya persuadido de ver el ser y el estar como cosas separadas, a las cuales, en consecuencia, a raíz de la utilización que les damos, consideramos categorías de mismo nivel -lo cual posiblemente sea razonable en términos gramaticales-, lo cierto es que el ser siempre incluye el estar, pero no siempre y viceversa. Es más: casi nunca y viceversa.El 99,99% periódico noventa y nueve o periódico el último nueve o como chota sea, pero casi la totalidad de las veces, e incluso muchísimas veces la totalidad, somos absolutamente inconscientes hasta del estar: no tenemos ni idea dónde estamos parados o qué significa el circo universal que nos rodea. Lo lejos del ser que nos la pasaremos estando entonces… y qué será, obvio…
A veces durante el día voy pensando que podría escribir una u otra cosa: determinado tema, alguna mala idea, en fin, lo que sea. Hoy no. Hoy no escribo sobre nada. ¿Es válida esa excusa?, es decir, ¿en los términos y condiciones de WordPress en algún lugar dirá algo como “el usuario tiene derecho a no escribir por falta de ideas”? Ni idea, por las dudas escribo. Pero qué embole escribir sobre la falta de ideas… Además… Una falta de respeto chorearle al Pity. “Entonces agarro la cuchara, el tenedor, el cuchillo…” y empiezo a escribir algo… lo que sea. El otro día se me ocurrió que me gustaría escribir sobre la primera vez que escucho una canción. No sé si sería fácil ponerlo en práctica, podría intentar. Por un lado, se me ocurre que podría pedirles a personas que me recomienden canciones no tan conocidas que les gusten mucho -o no- e ir probando con eso. Y si no, bueno, nada, buscar algo random que recuerde que no haya escuchado. Al mismo tiempo, se me ocurren otras dos variantes: escribir sobre la primera vez que escuché una canción. No sería lo mismo, pero bueno… algún otro tipo de ejercicio es. Lo que quiero decir: no es lo mismo si pongo una canción de cero por primera vez y escribo durante el tiempo que dure que si me siento a escribir sobre lo que sentí la primera vez que escuche “For no one”, por ejemplo. Algunas canciones de los Beatles conjuran un poco el truco igual: tienen eso que hace que la millonésima vez que la escuchás sea igual de hija de puta que la primera. Después, otra problemática que estoy sintiendo: recién puse un disco de XTC que alguna vez había escuchado, pero cuando escuché la primera canción no fue tan ajena a un descubrimiento. Sí, no era la millonésima, pero algunas canciones de esta banda también las escuchás cien veces y siguen siendo algo nuevo. O sea, ¿valdría si lo hiciera con esa? Daaa… No seas ortiva, no la escuché tanto. Bueno, está bien. La onda va a ser la primera de todas: tratar de encontrar una canción nueva, algo que esté muy seguro de no haber escuchado nunca, y escribir mientras se sucede. Avisé de entrada que no iba a escribir sobre nada, no me jodan, bastante que escribí algo. Una cosa más: me acabo de dar cuenta de lo difícil que es elegir una foto cuando no escribiste para nadie.
No me importan los martes o los jueves por ahora, pero le voy a proponer a Gonza que los domingos escribamos una vez cada uno. O mejor: que dejemos de hacerlo. En realidad, si la idea es seguir publicando tres veces por semana, podríamos escribir cualquier otro día y después publicarlo esos días que no tenemos ni ganas de escribir. Pero ni idea, podría ser una falta de respeto para el lector… Igualmente, lo cierto es que esto fue mucho peor: las primeras tres líneas las escribí el domingo, acepté el desafío por un rato. Después me distraje, no sé qué hice. Ahora ya es martes, podría haber abierto este documento o uno nuevo. Creo que hubiera sido lo mismo, es decir, de cualquier manera este va a ser otro texto, ¿o no? Supongo que el texto del domingo no podría ser este de ahora, ni tampoco lo contrario, no sé… Algo no me cierra. Capaz uno y otro son el uno y el otro al mismo tiempo. Sea como sea, no es para nada importante.
No sé por qué últimamente tengo ganas de comprar cosas. Ni idea… Capaz esté tratando de llenar algo. O quizás tenga ganas de viajar al futuro. ¿Qué será menos que un bosón de Higgs? La compu, el auto, el celu… Para descubrirlo, el CERN acelera partículas a una velocidad que les permite recorrer 11 mil veces los veintisiete kilómetros del laboratorio en tan sólo un segundo. ¿Habrá menos que un bosón? Es decir, además de las teles y todo eso, ¿habrá cada vez menos? ¿Existirá el bosón del bosón? Qué bueno va a estar el día que digamos “listo, llegamos, esta es la partícula más efímera del planeta”. «¿Tomás dimensión, Gonza? Lo más elemental, la cosita de donde surgió todo lo que vino después, todo esto y todo lo que ni idea. Tipo: Dios. ¿Existirá? ¿Cómo vamos a saber si llegamos?» No sé si está tan relacionado, pero yo creo que debe haber una forma común a todos los objetos del universo, una forma que se replique al infinito.
Pasaron tantas cosas desde el hastío por tener escribir hasta la idea que me acabo de olvidar. Se me habían ido las ganas de quejarme, pero ahora el fastidio por no recordarla me vuelve a molestar. Hubo un día que Pipi se quejó por el ritmo que nos habíamos autoimpuesto para publicar. Sí, ya sé que no es lo mejor, pero aunque sea te obliga un poquito y también te da un tema del que hablar. ¿Vieron que muchas veces nos tenemos que condicionar un poco para hacer algunos trabajos que nos gustan? Bueno… Gustarme escribir… Ponele que aunque sea no me disguste. Ya es bastante. No sé qué me divertiría, la verdad, pero bueno… algo había que hacer. Y no es que yo haga esto, pero bueno sí, de vez en cuando lo hago. O capaz sea por dos cosas: 1) porque pienso que hasta una factura de teléfono es literatura; 2) porque ni puta idea que será la literatura; 3) casi me olvido la segunda como un pelotudo.
Por un momento tuve ganas de tirarme a chanta y dejarlo ahí el texto. Me alegra que ustedes vayan a leerlo como una totalidad. Como una totalidad que no existe claro, pero que tampoco había existido antes. Yo no tengo la culpa… No tengo NI idea de lo que estoy haciendo. Me olvidé también qué estaría haciendo un jueves a estar hora en mi vida pasada. Ésta es tan mala…, y así y todo es casi mejor. Ya que nos estamos obligando a escribir tres veces por semana (aunque a veces pasen cosas), voy a ver si puedo hacer lo mismo, pero con salir a correr. Ahora estuve a nada de ponerme a hablar del bardo que es el mundo, pero fue, me dio paja, se salvaron.
¡Estamos de vuelta! Fueron algunas semanas ocupadas, pero volvimo’. Qué verga arrancar un texto de esa manera, ¿se imaginan? Anoche tuvimos un sueño rre piola. A decir verdad, no sé si lo tuvo él o lo tuve yo, pero algo de eso hubo. Cuando me lo conté a mí mismo en el espejo sonó bien. Había pensado cosas divertidas al respecto, las cuales estaba seguro que me iba a acordar, pero ahora me doy cuenta que lo que quería recordar era más que nada su forma o la idea de su forma o cómo chota me salió decirlo esa vez, con esas mismas palabras. Porque la idea (la idea en sí misma) me la acuerdo recordando el sueño. Pero no, la idea de la forma, no.
Soñé con John Lennon. Íbamos en un tren, había más gente, y no sé si estaba con algún conocido, aunque tengo la sensación del recuerdo de algún familiar. Me aburren las evidentes interpretaciones psicoanalíticas. Era un tren común, no sé cómo se los llama: de línea, como si fuera el Roca o el Sarmiento. Si estaba mi viejo en el sueño, iba sentado un poco más adelante. Lo veía entre las nucas. Lennon se sentaba en la hilera de asientos de enfrente y estaba en el asiento derecho de una o dos filas más atrás. Yo estaba en el asiento izquierdo, así que lo tenía bastante cerca. Era una persona más: nadie se le fue encima, ni a abrazarlo, decirle algo, nada. No recuerdo el instante en el que lo reconocí. Alguien empezó a cantar “Imagine” -lo que hubiera dado por que sea “A day in the life”… ¿o muy cliché?- y algunas voces se sumaron, también la de John. Y fuimos dejando de cantar para escucharlo. Quería llorar, quería poder llorar. No sé si quería llorar para que vean que también yo podía llorar; para mostrar lo que quisiera que me generen algunas canciones; o si era un deseo real -si esto existiera- y entonces una explosión como la de Beirut. Lo único cierto fue el llanto.
Con Gonza estamos pensando en divorciarnos. Es que nos dimos cuenta de que todo lo que escribimos o todo lo que decimos es una continuidad de algo que antes habíamos estado escribiendo o diciendo entre nosotros. No es que nos genere un problema el enlace de nuestras existencias, pero a veces nos cuesta diferenciar qué piensa uno y qué piensa el otro y cuál fue el planteo inicial. Eso: nos está costando encontrar un origen. De repente sentimos que lo que escribió uno, lo escribimos los dos o el otro, ninguno o todos, y no importa. O sí. Porque hay una pérdida del origen en tanto lugar de procedencia, así como también una pérdida de la originalidad. Nos encontramos habitados el uno por el otro, replegados en nosotros mismos como infinitudes, y no logramos darnos cuenta si somos capaces de conformar todos esos infinitos que nos habitan, o si simplemente respondemos más o menos metódicamente a estos tecnicismos que afloran, y nos resignamos a asumir un discurso que dice o dice decir, pero simplemente es la continuidad de otro, que es la continuidad de otro y bla bla bla. Querríamos que las cosas se solapen, no que se continúen. Nos interesa solamente la imbricación. Por eso decidimos estar juntos. Pero la única manera de estar juntos es divorciarnos de nosotros mismos. Me divorcié de este texto por un rato y perdí el impulso. Gonza quiere pegarle una lavada de cara al blog, yo todavía no sé. Todavía… Como si alguna vez fuera a saber. Tenemos que hacer algo con estas existencias. ¿Hacer algo por mi existencia sería hacer algo por la existencia de Gonza? ¿Sí, no? ¿Y por la existencia de todos los demás también? Y cuando hago algo por mi existencia, ¿lo hago yo solo o lo estamos haciendo todo un conjunto de existencias que tironeamos, discutimos y damos vueltas? A veces reniego más de habitar que de ser habitado. Supongo que les tengo más respeto a los otros yo que al mío propio.
¿Y estos alimentos híper procesados no son lo mismo que la pornografía[1][2]? ¿Este jamón abismal hecho con gelatina de cerdo triturado que, a su vez, estaba hecha de los huesos de otro cerdo, o esas almohaditas mentirosas que gimen como el paco no son también cuerpos híper procesados, escenas adaptadas a la matriz con la que han moldeado nuestros gustos y nuestros morbos? Nunca dejamos de perseguir el deseo. Así ingerimos toda una manufactura de fantasía tratando de colmar un vacío existencial que se hace más profundo a causa de la fugacidad de un sabor o un orgasmo: agarrar un instante es solamente el recuerdo de la necesidad: una imposibilidad. Partidos políticos, escabio y viajes a la luna: damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego. Quizás todo radique en esa búsqueda y sólo podríamos ser definitivamente infelices y ya sin excusas, cuando por fin colmemos nuestro deseo y comprendamos que este no puede ser habitado. Cuando frene su devenir. No lo sé… No sé si el camino es militar que el mundo deje de comer paleta sanguchera y mirar pornografía, o si ya fue, y confiar que alguien más adelante encuentre alguna respuesta acá, en Marte o donde sea. Nunca necesité tanto una lluvia como hoy, excepto mañana.
Gonza
[1] Llevo un rato pensando si decir que son lo mismo que la pornografía equivale a decir que son pornográficos. Creo que la primera opción se ajusta más a mi idea, pero no sé dónde está la diferencia entre ambas concepciones.
Apoyado y sentado de espaldas al container, sacó muy lentamente las pimientas: que hicieran el mismo recorrido que sus suelas. Cree haber logrado sacarlas sin ser oído, pero sigue sin saber qué mierda hacer… Al bolsillo del jean es imposible meterle cosas en esa posición. Si las metía en el de la camisa, se le podían caer. Tampoco quería tenerlas en la mano, supuso que las necesitaría en algún momento (a las manos, claro). Con mucha prolijidad logró apoyarlas en el piso (era bastante fácil…). Seguido a eso se acercó levemente a una esquina y asomó la mirada. El complejo estaba conformado de cinco o seis por tres hileras de containeres, más los que estaban apilados. Estaba tardando demasiado en todo. Tenía que moverse: no hacer ruido, pero moverse. Lanzó la bolita lo más lejos que pudo, hubo un ruido de metal chiquito chocando primero con un piso de cemento enlosado (o algo así), luego con la base de algún metal mucho más grande y enseguida el aire de una exaltación insonora pero perceptible a su izquierda y entre la tercera o cuarta columna.
Aún tenía el resto del pimentero: podía generar otra distracción con el cabezal de madera; el cuerpo le serviría de proyectil; e iba a intentar sacar el fierrito de adentro porque pensó que también podrían ayudarlo. Teniendo en cuenta la posible locación de su enemigo y dónde se había producido el ruido de la bolita del pimentero, la mejor decisión parecía ser ir hacia donde creía que se encontraba el otro, asumiendo que este se movería hacia el lugar donde se produjo el ruido y que daría por descontado que su presa no estaría en el lugar de donde él acababa de irse, y, en consecuencia, buscaría en un tercer lugar y no allí. Es muy fácil hacer de cuenta que ahora ya está, que la vida es así, que somos presas intentando salir de un galpón al que no sabemos cómo llegamos. Y el problema no es que estén tratando de matarte, el problema es no asumirlo.
Su esposa salió de bañarse, bajó un poco la música y le preguntó a la hija dónde estaba el padre, mientras se terminaba de secar los oídos. “No sé, estaba cocinando…”, le respondió ella. Efectivamente la carne seguía en la sartén, algo dorada ya de un costado. “¿No te dijo a dónde iba?”, insiste la madre. “No, no sé, no escuché, yo estaba jugando a los jueguitos…” Empieza a llamarlo… En el patio, en el galpón, afuera… habrá ido a sacar basura. Su celular estaba ahí en un mueble cerca de la mesada: revisa los mensajes y las llamadas. Nada. Espera un rato, media hora, manda algunos mensajes en distintos grupos. “Chicxs, Fabián estaba cocinando y desapareció, no sé si me está haciendo una joda o qué, pero quería dejar constancia de mi susto”. “¿Alguien acá sabe algo?” “Hace seis años que se fue…”.
Y bueno… ¿qué querés que te diga? Yo también estoy acá tratando de sobrevivir a una existencia inasible y abrumadora. Sí, ya sé que es lo de siempre y que debés estar harto. Pero yo también estoy harto. Por momentos me lleva puesto y dejo de encontrarle sentido a todo. No, ni en pedo, no es una carta suicida, es una expresión de deseo, qué sé yo… chaparme a Mordor o a Darth Vader. Ni idea… Sentir que estoy buscando algo en algún lugar, que camino en línea recta y no doy vueltas alrededor de un caldo de matambre y vacío. Puede que a vos te resulte más fácil, que ya hayas asumido que estamos acá porque estamos y que porque ganás cincuenta o sesenta lucas al mes y podés fumarte unos porros, jugar a la play y likearle posteos al ministro, ya tenés un buen caudal de tu existencia salvado. Yo no… ¿qué querés que te diga? Me decís que porque yo soy un filósofo, que vos tenés que laburar, no te queda otra. Y no, para nada, porque vos aunque sea encontraste una razón: el fútbol, la guita, tener bepis, qué sé yo… ¿Qué vamos a hacer cuando en cien años nos vengan a decir que todo lo que estábamos haciendo estaba mal? ¿Cómo sería el mundo si todos fueran como vos? Necesitamos una coartada aunque sea… Yo sospechaba, pero no sabía bien. Qué querés que le haga… ¿querías que me muera de hambre? Hacíamos lo que podíamos. Supongo que todos estamos haciendo lo que podemos. Ojalá alguna vez pueda… Y dentro de cien años… Pero por lo pronto, no. Casi todo me parece una pelotudez menos dos o tres cosas. Después te digo cuáles.
Me encantaría ser terraplanista: tener algo en que creer: encontrar algo puramente humano desde donde inventarme un punto de partida. Estoy aburrido y de malhumor, y me fastidian todas las charlas, me fastidia que un pibe ecuatoriano haya escrito en cuarenta páginas la historia de mi vida y todas mis ideas mucho mejor de lo que yo las había pensado hasta este momento. No como si me conociera, sino como si yo mismo formara parte una universalidad que me devora y que es lo único en lo que estoy pensando, intentando darle la vuelta, para llegar de vuelta hasta mí y darme cuenta que no tengo nada que ver con lo otro y que, sin embargo, no puedo escapar. Hace semanas que tengo que mandar unos mails, buscar unos libros, y lo único que me gustaría es ser terraplanista y que nadie me hinche los huevos. Creo que el camino es al revés: dejar de buscar lo más humano de todo en todo lo que hay, el lugar más recóndito de configuración de nuestra identidad, la primera versión de Windows, y, en cambio, asumir que eso está en todo todo el tiempo. Lo único inherentemente humano es la muerte y el deseo. Y no sé si tengo que empezar por ahí para llegar hasta los smartphones y las redes sociales o si debería tratar de hacer ingeniería inversa de los pensamientos hasta saber por qué tengo ganas de comer sanguchitos de miga y tomar coca light hasta morirme. O ser terraplanista. Lo que más deseo es ser terraplanista. Al menos así se acabarían todos mis problemas…
Acabo de ver el último capítulo de The Office. Me encantaría tener en mis manos la decisión de escribir o no sobre la serie o su final. Inevitablemente, cualquier cosa que diga tendrá y no que ver con ella al mismo tiempo. Lo mismo pasa con las personas y con todas las construcciones que hacemos de cada yo y cada él. De Lezama Lima y García Marruz a Jim y Dwight, y en el medio, Jeff Bezos. Borré tres veces la frase que estoy por escribir… Y ya me la olvidé. Necesitaríamos un radar o algún tipo de instinto que nos alerte y nos permita entender que estamos viviendo nuestros mejores años, y que cada instante está hecho de átomos a punto reaccionar. Tratándose de partículas tan minúsculas, ya no es la fuerza gravitatoria que imprime una sobre la otra lo que hace que estos dos cuerpos se atraigan, sino la energía electromagnética. Cada efemérides yoica, siempre a punto de estallar, pero no por la curvatura del espacio-tiempo, sino por nuestro propio abismo electromagnético. No hay ningún abrazo ni ninguna muerte que no sean una sinapsis. Hay otro actor detrás de cada actor que está actuando de vos mismo, y otra cámara detrás de cada cámara. Los márgenes de representación se expanden como el universo porque, aunque habite un susurro, mi alma es un cenicero.
Descarté, yo diría arbitrariamente, toda una serie de textos que pensaba publicar acá en el blog. Había uno que hablaba sobre la prostitución, otro del hijo de John Lennon, uno sobre unas declaraciones que hizo el director técnico de la selección de fútbol de Paraguay, y algunos más. No sé qué tan drogado estaría cuando escribí todo eso. Capaz todavía me estoy midiendo a mí mismo. ¿Podré en algún momento retomar todas esas ideas? De lograrlo, tengo la sensación de que las contaré invisibles, como dice mi sobrina.Creo que este texto hubiera corrido la misma suerte que los otros de haber estado encarpetado esperando su turno. Y que si alguno de los otros fuera el que estoy escribiendo ahora, el impulso de la novedad hubiera callado el aburrimiento que me causan todas estas ideas gastadas. Me tienta hacer la prueba: guardar este texto y escribir otro o publicar uno de los que ya descarté, y así comprobar si esto es sólo silencio. Al mismo tiempo, bien podría decirles que este es uno de esos textos y que finalmente decidí publicarlo en lugar de lo que había escrito para hoy. Pero no. No les haría eso. Aunque también debería dejar de hacerles esto. Les pido disculpas. Quizás llegaron hasta acá pensando que al final valdría la pena, que este texto diría algo y no serían sólo disquisiciones acerca de lo efímero de una voz. La única duda que me acecha en este momento es si realmente estarán jugando los animales salvajes cuando los vemos jugar. ¿Estamos seguros de que no están siempre tratando de morfar o cogerse algo?
Se le ocurrió que podría vaciar el pimentero y darle un nuevo sentido a cada una de las partes. Empezó a apenas moverse buscando algún tipo de escapatoria mientras sacaba y guardaba lentamente la bolita superior del pimentero. Su enemigo se movía tan sigilosamente como él. Pensó en el cabezal de madera del pimentero: podía revolearlo bien lejos y tratar de que su enemigo pensara que él estaba en otro lugar: ¿qué sería mejor? ¿revolearlo en línea recta hacia atrás? El sonido no se generaría en un lugar tan lejano a su posición, pero podría hacer el lanzamiento sin correr el riesgo de ser visto. La otra opción era asomarse y tratar de lanzarlo hacia algún punto mucho más lejano. Como hacerlo de pie le parecía algo riesgoso, podría intentarlo agachado o acostado: estirar la mano derecha y hacer el disparo. Ahora bien, ¿tirando acostado desde el piso iba a llegar más lejos que con el disparo seguro y en línea recta hacia atrás suyo? Aun dudando confió en la primera opción. ¿Cómo hacer para en este absoluto silencio agacharse con un pimentero sin producir el más mínimo ruido? Las pimientas… las pimientas cagaban todo. Tenía que sacarlas y ponerlas también en su bolsillo. Estaba cagado hasta las patas. Se agachó muy lentamente. No quería ni pensar en que le temblara la mano, aunque ya lo estaba haciendo. A veces sabemos que vamos a fallar incluso antes de fallar, lo sabemos sólo por pensarlo. Como la vez esa que quiso agarrar un caracolito muy chiquito que encontró en la pileta lavamanos de su baño. Pensó que iba a salvarle la vida al bicho, sacarlo de ese porcelanato blanco horrible con jabón, dentífrico y cepillos de dientes, y dejarlo sobre una plantita, ya sea del patio o de alguna de las ventanas. Cualquier opción era mejor que dejar al pobre bicho ahí. Se predispuso a tomarlo, era tan diminuto, tan frágil, la mano le temblaba como nunca antes le había temblado en su vida. No es tan difícil hacer mucha fuerza, lo que es realmente difícil es hacer muy poca. El caracol era muy chiquito. Se le cayó de catorce maneras distintas, se partió cien mil veces el caparazón. Lo tuvo que matar para que no sufriera más. Si al caracol lo hubiera podido agarrar haciendo dos kilos de fuerza, ya ni se acordaría de aquel momento, pero lamentablemente la fuerza que él necesitaba hacer era menor al mínimo que sus manos le permitirían.
Así opera la vida ahora, boludo, ¿vos clickeás confiado en el quinto escalón de una búsqueda de Google? Lo que sí es seguro es que a la segunda carilla de páginas no vas casi nunca. Un planeta entero de información que, si ellos quieren, vos no ves, ¿cómo no van a ser los tipos que mandan en el mundo? Con algunos varios grupetes más de su tamaño, claro, ¿no?, pero al menos estamos de acuerdo en que poseen una fuerte herramienta de dominación sociocultural. ¿Cómo nuestras sociedades no se van a ir volviendo más hippies, más hípsters, más trappers o más punks? Y no tengo nada contra ninguna en particular, muchas no sé ni de dónde provienen ni qué las caracteriza particularmente. Tampoco digo que alguna no pueda aportar buenas ideas y, además, cada uno puede hacer con su pelo y su manera de pensar lo que se le cante. De lo que hablo es de la posibilidad de influencia socio-cultural que tienen estos pibes. ¿No podría Zuckerberg hacer que determinado libro o remera sean los más vendidos del planeta? Más o menos que puso a Trump ahí donde está. Es lo mismo que las cinco opciones de Google: tienen derecho a poner y sacar a dedo.
Últimamente siento una obsesión por enloquecer hasta lo humano, por encontrar una respuesta en la pantalla de cine, en el frasco de perfume. El deseo y el olvido o el deseo de olvidar o algo así. Como si en la búsqueda hubiera algo que no sea incertidumbre. Nos perfumamos, leemos novelas, jugamos deportes o elegimos políticos: ponemos vigas en un tembladeral. Como si hubiera algo de lo que somos y no sólo sombras y proyecciones. Estás como un pelotudo, pensando que porque River, que porque Horacio, que por una cosa o por la otra. Creyendo que por seguir a un par de figurines de repente hubiéramos encontrado algún sentido. Qué feliz me haría comer un asado y tomar fernet… Todo lo que nos conforma es una respuesta a esta cuevita de pelotudeces que nos inventamos para darle sentido al peso de la intemperie. Me tienen los huevos llenos. Talibanes del pesebre y Martin Luther King. Como si pudiéramos tener en los ojos algo que no sean pesadillas.
Estuve casi todo el día diciendo “fue, hoy no publico nada”. Y la verdad que para subir este texto, hubiera sido preferible la temprana ruptura de la auto-imposición de publicar martes, jueves y domingos. ¿¡Domingos!? Somos muy hijos de un trolo. Lo mejor es que estuvimos rre de acuerdo: no, sí, publiquemos los domingos, que la gente está en su casa, que nos van a leer más, bla. ¿¡Cómo si alguien fuera a abrir el blog!? Todos miran la fotito del Instagram y chau. A nadie le interesa. Nadie se iba a acordar si no publicábamos hoy, y, sin embargo, acá está el Pipi como un boludo cumpliendo con su propio cronograma. A Gonza le chupaba huevo si no publicábamos nada. Yo me quise hacer el que a mí tampoco, y no, acá estoy… No entiendo si hay que ser más como él o más como yo. Estoy tan aburrido que me aburre pensar en las implicancias de cada entidad: desde la culpa por comerse un sanguchito de miga hasta el cuaderno de comunicaciones de John Lennon. A veces pienso que tendría que empezar a escribir sobre algo, y después me cae la ficha que si escribiera sobre algo haría lo mismo que hago ahora, pero sobre la boluda de la lámpara esa que me está mirando con su pose de señorita delicada, que no prenden siempre, que prenden en momentos especiales, para estudiar, para alumbrar un sitio particular, cuyo cable no está enchufado, sino adecuadamente apartado y guardado esperando el momento en que se vuelva preciso aumentar el flujo de luz sobre la mesa. Está un poco sucia. Le veo un pelo. Ya lo soplé. ¿Gonza que hubiera hecho? ¿Podremos cambiar lo de publicar los domingos o ya es demasiado tarde?
El Pipi me decía que no es la vida lo que es efímero, sino lo humano. Puede que tuviera razón, pero me fastidiaba admitirlo, así como ahora me fastidia escribir sobre eso. ¿Cómo será el momento en el que nos demos cuenta que ya es demasiado tarde, que estamos parados al menos un instante después del punto de no retorno? ¿Habrá entonces una ley que pueda establecer el olvido? Tengo miedo de que estemos condenados a sentir desvanecerse nuestros ánimos en el silencio, en la quietud: que el abrazo de la niebla nos haga comprender que siempre fuimos sombras.
Se debatía entre hablarle o no de vuelta a su perseguidor. Mientras tanto, recapitulaba: estaba en su casa cocinando una pata de cordero, su idea era sellarla primero en una sartén y después meterla al horno por cincuenta minutos aproximadamente. Su esposa había ido a pegarse una ducha, en un rato iba a salir e iba a servir unas copas de vino. Había puesto un disco de Queen sin estar totalmente seguro, pero lo estaba disfrutando. Su hija se entretenía con algunos videojuegos -sólo le pidió que les baje el volumen-, podía verla medio de reojo. El hijo había salido un rato. La carne chillaba un poquito sobre la sartén. La acompañaban unas ramas de romero y se disponía a pimentarla un poco. Su brazo derecho por encima del izquierdo que sostenía la parte inferior del instrumento, se predisponía a darle la primera vuelta a la rosca, disparó y… Si fuera un sueño, aún no era lo suficientemente consciente en él como para elegir despertarse. Además, en los sueños nadie intenta despertar, todos queremos huir.
Gonza dijo que hoy se quería dedicar a cocinar, además me sigue corriendo con lo del mundial de escritura. Yo estoy haciendo un trabajo para la facu y me pareció que no estaba tan mal si seleccionaba un fragmento y lo publicaba en el blog. Bastante chanta, la verdad. Sé que al menos un poquito los estoy cagando. Aún así, quiero dejar asentado que estoy tratando de adaptar el formato, y eso me está generando algunas incomodidades. El principal problema lo tengo con las citas, quizás porque son lo más importante del texto, o lo único… No tengo ganas de ponerlas formalmente, además de sentir que no se adapta al formato blog, debería colocar la bibliografía al final de la página y eso me da bastante paja. No creo que alguien piense que estoy choreándole las frases a otros porque las comillas indicarían que se trata de una cita. Mi carrera es un poco eso: acordarte dónde buscar. Lo que sigue habla un poco de “Tini”, un cuento de Eduardo Wilde que se publicó en 1881. Insisto: no decidí del todo qué hacer con las citas. Casi nada es mío. Además de las citas pertenecientes al cuento, las cuales no tienen ningún tipo de referencia, les afané a Serres, a Nietzsche y a Benjamin. Caradura mal, pero sí, si voy a decir cosas que ya dijeron otros, aunque sea trato de buscar donde creo que está la posta. En definitiva, traer las cosas que dijeron otras personas mucho más inteligentes que yo podría considerarse mi buena acción del día. Por otra parte, asumo todas las responsabilidades que implica someter la escritura al ritmo autoimpuesto de un blog que no lee nadie, pero prefiero dejar ese tema para otro posteo… Lo que les decía: “Tocar el cuerpo singular implica experimentar una acción que lo expande o una contemplación que lo conserva. Escribir -y de eso se trata aquí- toca el cuerpo componiéndolo con lo incorporal del sentido” (Serres, 2011). La obra de Wilde compone un cuerpo: la respiración, la sangre y las miradas. Las palabras no pueden explicar el martirio por una enfermedad que se lleva al pibito, a Tini. El lector debe olfatear por los indicios que brindan las expresiones físicas del personaje lo que está sucediendo. “Las conversaciones se pararon, las comunicaciones intelectuales no tuvieron ya más expresión que la mirada…”. ¿Enuncia él que cada día se siente un poco peor? No, porque leer “Tini” es como palpar un cuerpo y “La naturaleza ha puesto la expresión de los inmensos dolores fuera del lenguaje articulado…”. Se pregunta Nietzsche en 1873: “¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?” y dice Benjamin en 1933: “Entonces se pudo constatar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”. Esa es la cuestión: la imposibilidad de contar el dolor o la muerte: la distancia que existe entre la palabra y el evento en sí.
Hemos descubierto estrellas más viejas que la edad del Big Bang, es decir, que el universo es muchísimo más grande de lo infinito que ya creíamos que era, pero seguimos entendiendo la partícula que habitamos, el planeta Tierra, como un conjunto de parcialidades propuestas por un componente minúsculo de ella. Pienso en una burbuja que estará formada por agua, el cual resulta de la composición de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y jabón o detergente, que ni chota idea qué cantidad de compuestos deberán tener, pero no va a ser determinante para el punto. Una partícula subatómica de cualquier compuesto (o menos que ella o lo que sea) no decide arbitrariamente la subdivisión de la burbuja. Si tratara de trazar líneas en una burbuja, eventualmente explotaría y se desintegraría. Ya sea que la atracción gravitatoria que un objeto produce sobre otro sea resultante de sus masas o de la deformación sobre la matriz tiempo-espacio, estamos más cerca de tener la fuerza de una partícula subatómica que la del sol. Además, si nos alcanzara con la mecánica de Newton, podríamos conocer los verbos ser y estar, y no existirían los creo, los tal vez, ni el deseo. ¿Algún día crearemos un bisturí inteligente capaz de trazar líneas en una burbuja de agua y jabón sin romperla? Deberíamos cortarla con la fragmentación hasta entonces. La vida humana se ajusta mejor a la física cuántica.
Un poco porque me tocó el orgullo le dije al Pipi que hoy publicaba yo. Tengo debajo de esto que estoy escribiendo un párrafo de alguna otra vez. Todavía no decidí si lo voy a usar. También creo que debería revisar algunas otras cosas más, pero como que me abandoné de una. En este momento me intrigan dos cosas. En primer lugar, ¿en qué momento alguien toma una decisión? Se para, va y agarra un vaso de Coca. ¿Cuál es el momento exacto en el que decide hacer el esfuerzo de pararse a buscar algo para tomar? ¿Habrá un momento en el que el deseo de percibir un sabor sea más fuerte que el de seguir sentado escribiendo, una especie de quiebre? ¿O la decisión es solamente haber tomado la decisión y ya? En segunda instancia, ¿hay un estado puro del deseo? ¿Cuándo alguien es libre y no resultado de lo que lo rodea? ¿Cuándo alguien se afeita el bigote porque así le gusta y lo quiere tener, no como resultado de una imposición social, sino porque eso es lo que esa persona quiere para sí misma más allá de lo que otras voces le digan que debería ser? La libertad no existe desde que existe el lenguaje. Nada que alguien diga que es libertad podría llegar a serlo porque el conflicto está en el significado. ¿Se terminará el deseo en el significante? ¿Será que sólo es posible escribir como un bebé recién parido o como un enfermo terminal en sus últimos respiros? No importa si el cuerpo, es decir el significante, es uno u otro, lo que importa es el significado, que no debería dejarse tocar por las palabras porque es justamente ahí donde se hace prisión.
Gonza se anotó en un mundial de escritura. Es muy loco porque produce para el evento más de lo necesario en términos cuantitativos, pero dice que le está costando escribir para el blog. Además, no quiere utilizar los textos del mundial en este lugar todavía porque primero querría revisarlos bien y definir cómo le gustaría mostrarlos, si todo de una, en partes, etcétera. A mí medio que me chupa un huevo. No cambia tanto. Esos textos más tarde o más temprano seguramente aparezcan acá, y si no, bueno, quizás les esté haciendo un favor. Yo no tengo drama, sigo escribiendo, si él quiere subir algo, lo sube, y si no, sigo subiendo mis pavadas. Lo que sí tengo es un problema cuando trato de hacer una lectura de todo esto: quiénes serán los intrusos que habitan cada palabra: ¿a quién le robamos las partes de este Frankenstein de otredades propias? El discurso es otro de uno, y lo peor es que no tiene importancia porque ya adquirió un cuerpo que lo hace ser o que me hace ser lo que no soy. El texto se dejó penetrar por miserias y mentiras, y se fascina con la idea de hacer literatura: ser el prostituto que cede ante el dinero del Diegote, Sor Juana o el Sr. Miyagi. Dejar de ser él mismo para poder ser alguien que no sea ni yo ni él, para ser lo que es y no es: nadie. Cuando podría abarcar el universo y tu aliento al mismo tiempo, y no donde lo logra porque eso es la muerte.
Las pisadas iban desde el talón hasta la punta de las zapatillas tratando de ocupar cautelosamente todos los espacios de la suela e impedir que alguna onda mecánica produzca un movimiento vibratorio suficiente como para ser oído por su perseguidor. Lo mismo trataba de hacer con el resto del cuerpo: ser lo más parecido al aire que pudiera. Lo cagaba el pimentero, no sabía qué mierda hacer con eso. Dejarlo en el piso también suponía grandes posibilidades de hacer ruido, pero ¿caminar con un pimentero? Eso era peor. ¿Y el pimentero como arma? Algo podía hacer: es un pimentero duro, de madera y no tan pequeño, que incluso podía funcionar como proyectil distractorio. ¿Agarrar otra cosa? No veía mucho, no había alguna herramienta a mano, un destornillador, una pinza, nada. También corría el riesgo de hacer ruido en ese otro movimiento.
Ligada a la idea del puente llegó la fatídica respuesta: por más que quiera escribir mi cuerpo, este no dice nada. Cuatro hojas y unas doce horas de balbuceos intentando dar cuenta de mi escritura y finalmente la respuesta: no tengo nada para decir. Ese es mi cuerpo. No dice nada porque yo no digo nada. Esa es la debilidad de mi carne: ser silencio. Desearía ser como una aguja o un vidrio, capaces de pinchar, tejer, arreglar o matar… Quien considere haber leído algo en todas estas hojas, deberá saber que se trata de su cuerpo y no del mío. Porque yo no conozco el frío ni el aliento de la muerte, no soporté una brutal desesperación, ni tampoco sé bien qué es la tristeza profunda o sentirse perdido o abandonado; nunca percibí un abismo, ni tuve vértigo, fobia o miedo real. Tampoco estuve preso, privado de la libertad o exiliado. Y es que no quise ser puntual, pero en realidad: yo no conozco, no soporto, no sé, no siento, no percibo, no tengo ni estoy. Nada.
Antes de que empiece el juego, tengo algunas preguntas… ¿Qué pasa con los errores de ortografía? ¿Se pueden usar abreviaciones? ¿la falta de una tilde cuenta como un error de ortografía? ¿eso anula la palabra?
¿Seré muy vanidoso si empiezo a escribir mirando a los costados? Sí, un pelotudo. Creo que el mayor problema de este juego es pensar sobre qué escribir en lugar de directamente escribir. Entonces… estoy pensando si seré muy vanidoso, si ellos van a pensar que porque empecé a escribir mirándolos a ellos en lugar de la pantalla de la computadora, me siento bastante seguro de ganar. No lo sé, trato de enfocarme. Tengo 60 segundos para escribir la mayor cantidad de palabras que pueda. No creo que te den por descontada una palabra sin tilde. Aunque la última tilde me haya resultado fácil, es cierto que pierdo tiempo poniéndolas. Retrocedo para corregir errores, borro palabras enteras. ¿Dónde empezarán y dónde terminarán las reglas del juego? Estaría bueno si lo hubieran aclarado. Aun así… ¿Cómo perderé menos tiempo: escribiendo como lo haría o forzando una manera de ser? Puede que esté intentando justificarme, pero no importa. La pregunta es: ¿tardo más si pongo el acento, que es lo que suelo hacer, o si escribo sin ponerlos -asumiendo que la palabra va a valer lo mismo-? Las dudas de los dedos (poner o no las tildes, entre otras) me hacen perder tiempo. Quizás sea más razonable dejarlos realizar los movimientos que acostumbran, aunque a veces desacierten a la tecla que acentúa. Al mismo tiempo, debería tener en cuenta que Word suele corregir algunos errores. Casi todos los acentos los puse yo, pero también vi aparecer automáticamente algunos que había olvidado. Otros implicaron borrar y reescribir. Son cuestiones a tener en cuenta… No importa…
Ahora me pregunto: ¿qué pasa si me dedico a escribir muchas veces la misma palabra? Tipo: “hola, hola, hola, hola, hola, hola, hola…” Las primeras veces le pifié un toque, pero una vez que te acostumbrás, vas a los pedos, creo que así les ganaría tranquilo a mis rivales. Incluso hay combinaciones más fáciles, como “es, es, es, es, es, es, es” o “y, y, y, y, y, y, y, y, y” y no importa. Nadie dijo que el texto debía tener sentido y estoy casi seguro que escribir muchas “y” debe ser la táctica más eficiente, pero es muy complicado no ser uno mismo aunque sea sólo por un instante. También sería divertida, y quizás eficiente, una lista de palabras al azar: casa, perro, amigos, familia, auto, hijos, parrilla, pelotudeces, vacío, falopa, lo que sea -¿sería válido poner “hijo” e “hijos” como palabras distintas?-. De cualquier manera, así fuera esa metodología capaz de competir contra el “y, y, y, y, y…” -no creo porque tardé una banda en hacer la lista con este subconsciente dedicándose a tirar anclas- no importaría, porque el problema no es con las palabras sino con uno mismo. La cosa es que estamos acá, en el cumpleaños de Florencia, con todos mis amigos del trabajo, y que me pusieron a competir en un juego donde el objetivo es escribir la mayor cantidad de palabras en Word en sesenta segundos. No importa lo que pongas, lo que importa es la cantidad de palabras para que nuestro equipo gane. Creo que soy un tapado, pero los que me conocen me tienen fe. Si pierdo no pasa nada, aunque confían en que puedo ganar. Lo más difícil es decidir qué escribir. A mí no me importó mucho, yo me puse a escribir.
En física cuántica el estado de algunas partículas no puede determinarse sino hasta ser observado. Hasta efectivamente verlo, comprobarlo, materializarlo, lo que sea, se considera que esa partícula está en dos estados al mismo tiempo. Tengo entendido que es fruto de una propiedad que tienen los electrones (no sé bien, no importa). Es, por ejemplo, ¿ves este hielo? Sin palpar las consecuencias podemos decir que después de aplicada determinada cantidad de calor pasará a estado líquido. En física cuántica, como podemos saber si se derritió sólo con una verificación posterior, consideraríamos que inicialmente esa agua se encontraba en estado sólido y líquido al mismo tiempo. En las últimas y más recónditas instancias de vida subatómica conocida vemos que la respuesta surge fruto de las consecuencias y no de las causas. Pero también la necesidad de que el estadio anterior encarne al mismo tiempo su no. Antes de estar o no envenenados, lo estuvimos y no en simultáneo. Después, sí, con el diario del martes, cualquiera.
En el espacio, cada pequeña cuestión físico-química (quizás también temporo-espacial) donde se produce una conexión deja una huella, queda para siempre grabado el momento del cruce, la herida. Acá es lo mismo, viste la imagen del gobernante, un tipo serio con una imagen noble y tan bien construida. Ni preguntaste: la dejaste entrar y se instaló. Ese momento en el que gobernante y nobleza hicieron una conexión (cuando sea que la hayan hecho por primera vez consciente o inconscientemente) se refuerza con esta nueva pasada por el punto, por el sitio de conexión. Volvimos a marcar esa base que quedó encriptada temporo-espacialmente en el cerebro. Quizás sea una conexión algo insólita, como un perro y una lata de arvejas o una muy frecuente, dos órbitas que se entrecruzan o que se pasan cerquita, o lo que sea… como pensar en Sancho y el Quijote o en birra y maní. De cualquier manera, mi problema es con las convenientes sutilezas del que piensa casi exclusivamente en sí mismo. Es decir, ¿por qué perro y arvejas es más raro que gobernante y nobleza?
El lugar está muy oscuro, pero por unas ventanas altas (esas con unos vidrios que tienen como un alambre muy finito incorporado para brindarles mayor resistencia) entra algo de luz. Es un galpón muy grande con techo alto de chapa que esconde un complejo de edificios formados por containeres. Cada edificio tiene entre uno y tres de estos artefactos de alto. Lo bueno es que la altura de uno solo alcanza para cubrirlo. Lo malo es que en aquellos pocos edificios de un solo piso que son enfocados por la luz se produce un corte transversal entre esta última y el vértice de la cara posterior del prisma rectangular que podría permitir la aparición de su sombra.
Charlotte domina la escena: mira a Jerry fijamente a los ojos sin velo, sin sombrero, con la frente bien despejada. Su mirada la muestra entera: las lágrimas son la carne “y algunas huellas ya son la piel” (“Plateado sobre Plateado”, Modern Clix, Charly García, 1983). Entonces ya definitivamente Charlotte no se constituye en franca dependencia de una voz ajena: ni la de su madre, ni la de su hermana o sobrina, tampoco respecto a la de Jerry. Un sujeto que puede nombrarse y no tiene miedo de hacerlo, frente a ese hombre incrédulo que sostiene su historia más por deber que por querer -lo cual no es necesariamente peyorativo-. Ella lo mira fijamente a los ojos y suelta su interior y su futuro. Nada obtura su alma.
¿La tercera persona siempre habla de la primera, pero no siempre y viceversa? Más allá de esa gilada, escuchó o leyó decir a un tipo del cual es fanático que para escribir bien hay que aprender a inventar lenguajes -o algo así, parecido, después capaz lo busca y lo agrega en una nota al pie-. No sabe si está o no de acuerdo principalmente porque no sabe si va a ser capaz de inventar lenguajes (o voces o algo de eso). Eso lo asusta un poco. No tiene ganas de responder con otra pregunta. Ni siquiera estamos contestando preguntas facilísimas de la humanidad, mirá si esa es la pregunta que se va a gastar en intentar responder en su vida… Porque está claro que podríamos decir “bueno, pero ¿cuándo no estamos impostando una voz? ¿Qué es no inventar un lenguaje? Cualquier mensaje de whatsapp está creando una voz». Es eso o todo es literatura, y ahí ya está, te metés en un quilombo de la concha de la lora que ni siquiera, creo yo, es lo que debería importar.
Foto: Oficina de Prensa Presidencial de El Salvador
El sujeto que se encuentra en un contexto de encierro construye su voz a partir de las marcas de ese encierro (la privación de la libertad, la violencia, lo que era, lo que es, lo que tiene que empezar a ser o al menos pensar en empezar a ser, etcétera) y al mismo tiempo es constituido por los discursos circulantes -y dominantes- que lo nombran. Los procedimientos de individualización que lleva a cabo el poder disciplinario funcionan en al menos dos sentidos. Por un lado, conforma pares opositivos, que marcan, definen y separan a los sujetos poniéndolos de un lado u otro. Esto es: los locos y los cuerdos, los peligrosos y los inofensivos, los sanos y los enfermos, los normales y los anormales, etc. Por otra parte, estos procedimientos también actúan restrictivamente, asignando distribuciones y/o atribuciones de acuerdo a cómo el sujeto sea considerado. Esto significa que, según sea considerado de una u otra manera, se indicará dónde debe estar, con quién, cómo caracterizarlo y por qué, qué tipo de vigilancia se hará sobre él y qué tipo de acciones se llevarán a cabo. Quien ejerza el poder define al sujeto como loco o cuerdo, peligroso o inofensivo, asigna y restringe. Lo nombra: dice quién es y quién debería ser de aquí en adelante. ¿Vos qué voz escuchás más seguido?
O por ejemplo, yo, que poco tengo que ver con un poeta, que sólo intento (me asumo lento) que este cuento sepa de qué hablo. ¿Cómo explicar con palabras de este mundo que donde ahora sugiero esta textura ayer estaba la mujer más hermosa que jamás haya visto? No me siento capaz de sangrar esa herida, las palabras no escuchan los gritos ni para decirme lo que no fue. Sin embargo, debo asumirme Beckett, aunque más no sea para fracasar por no saber cómo decir, por no saber cómo nombrar la belleza, la angustia y el vacío. Yo, Beckett: “locura de querer creer entrever en ello/ qué -/ qué–/ cómo decir -/ cómo decir”.[1]
El Pipi
[1] Beckett, S. “Cómo decir”. Traducción de Jenaro Talens: Obra poética completa. Madrid, Hiperión, 2000.
¿Dice que está desarmado y que no sabe cómo llegó hasta ahí? ¿Pero si igual quieren matarlo? Esa información podría precipitar su asesinato.“Esperá, esperá”, intenta calmar a su ¿enemigo?
– “¿Dónde estás, hijo de puta? Te voy a matar”.
– “No, no, bueno, pero esperá, hablo, estoy dispuesto a colaborar, a lo que haga falta…” No sabe si mató a alguien, si es dueño de alguna información que podría ser importante para alguien más o si todo es consecuencia del azar. Incluso ni siquiera le importa tanto que lo maten, le importa saber por qué.
– “No, ahora ya está, ya es tarde, te voy a matar…”
– “Tengo una granada, nos morimos los dos”.
– “Ya sé que no tenés una granada, pelotudo, estás con el pimentero en la mano, como un pelotudo, y yo te voy a recontracagar a tiros”.
1. No hacer ruido.
2. Tomar conocimiento de la posición del enemigo.
3. Buscar en paredes, techos y ventanas: ¿habrá manera de salir vivo?
Es una pérdida de lo original en dos aspectos: el origen necesario, lo básico, donde empieza todo en lo social: alimentación, educación, salud, crianza, etc., por un lado, y, por otro, respecto al pegado digital, que pone en jaque el desarrollo individual globalizando los cuerpos y las formas de pensar, ¿para qué voy a gastarme en escribir mis propias palabras e ideas, si puedo hacer copy-paste de Wikipedia? (aunque implique pensar o decir que pensás como la enorme caterva de idiotas que hacen lo mismo). “Se olvidan de lo artesanal…” (“Lo artesanal”, Viejas Locas, Viejas Locas, 1995). La información fluye a un ritmo frenético, donde caemos redondos a los pinches, explotamos y nos desvanecemos. ¡Ya despertemos, nena! Las generaciones acostumbradas a objetos e ideas capaces de sostenerse asisten a una cultura de lo desechable, donde todo es caos manipulado, realidad acelerada, y lo que dura es el tatuaje, una banalidad que señala el error. Enseguida, un cover de Pescado Rabioso. Como un realizativo de Austin: “Indica que emitir la expresión es realizar una acción y que ésta no se concibe normalmente como el mero decir algo”. La palabra es acción. Siempre sonarán melodías de Pescado, y por eso suenan en este disco, no sólo decimos que van a sonar siempre, sino que las hacemos sonar. Es la memoria, el llamado a despertar. [1]
Gonza
[1] Nos parece una estupidez la división del mundo, pero no negamos ni a los países ni a las nacionalidades. Además, aunque se trate sólo de un pedazo del cuerpo, es mejor que no despertar ninguno.
Estoy escribiendo la sensación de conocer una banda nueva, de ponerle por primera vez play a una canción de una banda que nunca habías escuchado siquiera nombrar. El problema del texto es que tiene mucho más que ver con la canción que con la carne propia. Se trata de tantos estados que se hace imposible pensar en listarlos y categorizarlos. Tuve ganas de escribir, de chatear, de pararme y tuve frío. Si ya entre escribir y chatear están todos los estados posibles del mundo, imagínense entre escribir y las demás. Yendo a datos -si se quiere prácticos- entre escribir y chatear está cada una de las palabras comparadas en el mismo idioma -ya de entrada una es un shift (¿se llamaba así el concepto? Bueno, un préstamo, algo así…) del inglés al castellano-; también, por ejemplo, está eso mismo, pero haciendo la comparación de cada idioma con cada idioma. No sé cómo se miden esas posibilidades. La primera búsqueda de Google dice que actualmente existen como 7.000 idiomas en el mundo. Bueno, sería cada uno de esos cruzado con cada uno de los otros. Y ahí recién estamos empezando. Porque después tenés eso en cada persona, lo que cada uno piensa que es chatear o escribir. ¿Vos qué dirías, que chatear es escribir pero no y viceversa? Bueno, vos, capaz la mayoría -no importa-, pero puede haber infinitas discusiones entre cada concepción, y esto hablando de dos cuestiones íntimamente ligadas, que ni siquiera hace falta explicar realmente. De nuevo, imaginate entonces entre escribir y pararse o entre escribir y tener frío, entre todo y todo, entre el mouse y el pad, entre dos mouses exactamente iguales, fabricados por la misma industria, pero de distinta marca, está todo. Sí, un mouse de mierda, a pocas personas les importan tanto los mouses -ojo que a algunos sí, ¿eh?-, pero no deja de estar todo: en qué idioma se fabrica cada mouse, cruzado con cada mouse del mundo, cuánto frío soporta, cuánto dolor, para quién, con qué, por qué, cómo, por cuánto, todo. Si exite la posibilidad de encontrar algo, aunque sea una nimiedad, en un mouse (una lucecita roja, un click, algo que se amolda a tu mano), es decir, si está todo todo el tiempo en un mouse, ¿qué hay en algunas canciones? ¿Qué hay en un diseño fascinante? ¿No podría estar el universo? Deberíamos ser capaces de crear un Aleph para cada partícula de conocimiento.
Lo primero -de vuelta- que se le vino a la cabeza entre tanta elipsis explícita es que siempre queda algo: sobre cualquier cosa todo el tiempo. Decir que tal era un chabón piola es lo que cualquier persona puede decir de alguien que no le cayó siquiera tan mal. Sí, hay manzanas rojas y verdes también, qué sé yo… Se pregunta si inventar un personaje no es inventar infinitos personajes al mismo tiempo sin que ninguno deje de nombrar a la voz primera: un entramado de voces ubicados en cualquier instancia de la cadena del ser e incluso simultáneamente en más de una. Al toque se hincha las pelotas porque eso es algo que ya pensaron un millón ochocientas mil personas (entre ellas las que, como ya ha sido indicado, serán referidas, no importa, no viene al caso…). Toda pregunta que alguien se haga tendría que estar en la cabeza de toda la humanidad y ser la mayor cantidad de mentes posibles intentando responderlas. Prince te deja rre careta. ¿Por qué cada nota? ¿Por qué la relación con las demás notas? ¿Y la relación de cada nota entre sí? ¿Por qué canta así acá? ¿Y acá? ¿Y la intensidad? ¿Y el groove? ¿Y en qué está pensando? ¿Pero eso no es también volver a pensar todo lo otro? ¿Lo pensó? Necesariamente todo y todo el tiempo.
Sí, acá hay algo con el relieve. Algo que tiene una textura más barrosa. Pensaba eso con dos ejemplos muy dispares, pero cuyos valores fuera del significado contextual, es decir, como signos en sí mismos -sus valores más bien conceptuales en términos saussureanos incluso-, sí pudieran ser conectados relativamente fácil. Fogwill en Nuestros Sueños con la “Ópera 21 del Concierto en Do Mayor” de Mozart[1]. Sin embargo,no lo movilizaba llegar muy lejos con esa idea propiamente dicha, sino más bien con la idea de llegar a la idea. Una idea anterior al surgimiento de aquella. Un grado primero de aparición de las voces. Como si Holyfield no pudiera haber sido Van Gogh… ¿Por qué? ¿Porque uno es colorado, holandés y pintor y el otro negro, estadounidense y boxeador? ¿Porque los dos son bichos que se adaptan? Capaz por sus infortunios con las orejas, qué sé yo… También se abrochaban las camisas más o menos parecido y fueron atacados por bestias crepusculares y nadie dice nada.
Gonza
[1] No pude encontrar exactamente cómo se nombra una ópera. Para una canción de rock ponés el nombre de la canción con comillas y el disco va en cursiva. Pero con las óperas tenés canciones que se llaman “canción”. Como si “Bajan” se llamara “Rock no. 7 del disco Artaud”. Y además hay que ver quién ejecuta, en qué tonalidad, ¿no habría que decir cuál es la tonalidad original? No sé, la verdad. Habría que investigar el caso de los nombres de las óperas…